Julio Collado

Sostiene Pereira

Julio Collado


Los tiempos verbales

31/05/2021

Sostiene Pereira que la epidemia, como una riada, se ha llevado por delante todas las florituras que el acomodo, el compadreo, la rutina y el postureo habían ido tejiendo. Y han quedado al desnudo las vergüenzas tapadas y algunas mentiras. Ni la sanidad pública española era tan guapa como la pintaban los que, mientras tanto, la iban esquilmando en recursos y en personal; ni muchas residencias eran «hotelitos» gobernados por «hermanitas de la caridad» sino por fondos buitres y sociedades con ánimo de mucho lucro;  ni los colegios sabían tanto de nuevas tecnologías ni tienen  espacios suficientes en aulas y patios; ni las empresas estaban preparadas para el teletrabajo ni tienen músculo productor; ni el turismo era la «joya de la corona»; ni los trabajos mejor pagados eran imprescindibles; ni los Servicios Públicos Sociales estaban engrasados como debían en vez de abandonar sus obligaciones en manos de la caridad de las Asociaciones. Además, muchas casas don angostas y no tienen ni sol ni comida ni internet; los fondos para la investigación son raquíticos; hay colas de pobres esperando comer y se ha maltratado al aire, a la flora y a la fauna. Así es que, un virus ha servido él solito, para mostrar la escondida fragilidad de la estructura social y natural de lo que vendían como un paraíso. A ver si, una vez visto el engaño, cambia el modo de mirar y el atrevimiento de plantar cara a la situación para que pueda llegar un futuro mejor.
Mientras se ha desvelado esa realidad española, la situación por ahí fuera no anda mucho mejor. No paran las guerras en tiempos de lucha contra la pandemia, ahí está Israel bombardeando a la estrecha franja de Gaza; no cesa la violencia desatada en Colombia y en otros países de América, de Asia y de Africa en un alarde de odio al pobre o al diferente; los asesinatos machistas no cejan; el problema sangrante de la inmigración se quiere detener a «cañonazos» y los niños emigrantes son repartidos como naranjas en un mercadeo indecente mientras se sienten presos en los Centros-naves donde los amontonan. Quizás, la foto de un niño «mellón» agarrado a los barrotes totalmente oxidados de un ventanuco en uno de esos Centros para menores emigrados y solos, sea el símbolo más radical y vergonzoso de esa tragedia. Por contra, el abrazo de una joven socorrista de Cruz Roja a un joven emigrante exhausto de nadar, es el símbolo esperanzador de humanidad.  
Mientras todo esto sucede, las «buenas» gentes se entretienen abarrotando las terrazas o haciendo caravanas de coches para festejar las victorias futboleras o saliendo de estampida fuera de sus ciudades como si no existiera un mañana. Por su parte, muchos políticos distraen al personal con campañas electorales permanentes, frívolas y crispadas,  negando la evidencia de que «cada cosa tiene su tiempo y su ocasión». Quizás, hayan olvidado los tiempos verbales que aprendieron de niños en la escuela y que nombran el pasado, el presente y el futuro. Los poetas han enseñado mucho sobre este particular y convendría tenerlos en cuenta. Escribió Jorge Manrique  hace ya muchos años que, para no engañarse al actuar, hay que tener en cuenta a los tres tiempos a la vez: 
«Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado...»
Otro gran poeta, Ángel González, dejó dicho: «Te llaman porvenir porque no vienes nunca». 
Para que otras pandemias víricas o el cambio climático o la inmigración o las injusticias sociales, económicas, de género o territoriales no pillen con el pie cambiado como ocurre en la actualidad, conviene saber que el presente ya es futuro y que los retos que plantean los 100 expertos españoles para el año 2050 son para empezar a gestarlos desde este mismo momento. Porque el porvenir no llega si no se lo trae, habrá que cambiar sin más dilación los modos de producir, de consumir y de vivir para que no llegue el 2.050 y pille a la sociedad sin hacer los deberes o, más grave aún, haciéndolos del revés. Los retos que plantean esos 100 expertos tienen que ver con el paro, la temporalidad laboral, la recaudación fiscal, la brecha en la renta «per capita», el gasto en I+D, el abandono escolar temprano, el número de repetidores antes de los 15 años, el gasto en sanidad, las emisiones de efecto invernadero y la fiscalidad verde. En fin, como los diez mandamientos, podían resumirse en dos: mejorar la vida de las personas y del planeta.