Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


Renacer

12/03/2021

Lenta y tímidamente la primavera comienza a asomarse. Junto con las primeras flores que se atreven a brotar, van apareciendo noticias esperanzadoras. La incidencia del COVID parece ir remitiendo, las vacunas van llegando y un sector importante de la población ya está inmunizado. Es cierto que aún queda mucho por hacerse, al igual que la primavera aún tiene que seguir avanzando hasta que los campos y sembrados maduren y nos regalen su fruto. Pero no podemos ignorar ni dejar de ver esos síntomas de florecimiento que nos pueden ayudar a mirar hacia adelante con esperanza.
En los tiempos que vivimos resulta aún más importante que nunca centrar la mirada en lo positivo, para que los nubarrones que siempre amenazan no enturbien el entusiasmo y nos paralicen en un miedo improductivo. 
La primavera nos habla de renacimiento. Es un fenómeno al que, año tras año, asistimos maravillados. Donde lo que parecía muerto comienza a revivir, lo que parecía dormido comienza a despertar, lo que se había sumido en el letargo comienza a dar signos de movimiento. En cierta medida, la naturaleza nos habla de nuestra condición humana, de nuestra capacidad y potencialidad, nos habla de posibilidades. No como una idea surrealista o abstracta, sino como algo real, palpable y visible. Si la naturaleza es capaz de sobrevivir tras el duro invierno, cuánto más en el ser humano se radica esa posibilidad.
Así como el mito del ave fénix, es capaz de renacer de sus propias cenizas, es inherente al ser humano la fortaleza de sobreponerse, la posibilidad de aprender de los propios errores, y de aprender a mirar con esperanza al día siguiente. Se va a cumplir un año de ese 14 de marzo del 2020 en el que casi repentinamente dio un giro radical nuestra historia. Nuestras seguridades y fortalezas, nuestros proyectos, etc… se vieron paralizados. Y, sin ni siquiera creerlo, la vida nos ha dado un vuelco de 180 grados. Nadie duda de que nuestra época es un tiempo de cambio. O como algunos plantean, un cambio de época. Da igual el nombre que le pongamos. Lo cierto es que ha sido un año en el que hemos constatado la fragilidad de lo humano, la indefensión de las estructuras, y hasta la «inutilidad» de las ideologías. De la confrontación violenta y descalificadora es difícil que emerjan cambios positivos. Y la ciudadanía ha demostrado que si prestamos atención a los otros, especialmente a los más frágiles, es posible un mundo diferente.
Si de todo esto aprendemos la lección fundamental, es muy posible que estemos preparados para un nuevo renacer de la humanidad: más solidaria, más dispuesta a centrar la mirada en lo esencial, más abierta a la justicia social, más preocupada por el otro, por los otros, más consciente de la necesidad de superar las diferencias y los rechazos, más centrada en el amor y consciente de que sólo el cuidado de los otros, el cuidado de la naturaleza, el cuidado de uno mismo, pueden ayudar a que el cambio sea beneficioso para todos. 
No se trata de caer en un optimismo idealista y generalizado. Al ser humano le cuesta aprender la lección y fácilmente volvemos a tropezar con las mismas piedras. Pero la paciencia de la historia con nosotros nos dice que, paso a paso, algo vamos aprendiendo y mejorando. Y ojalá la primavera nos ayude a mirar con esperanza el futuro. Aun nos seguirán amenazando las inclemencias del tiempo. Pero si seguimos actuando con prudencia y compromiso, es muy posible que tras el duro invierno veamos no sólo las flores, sino también los frutos.