Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Lo mejor está por reír

12/03/2021

Hace un año de nuestro encierro. La clausura fue uno de nuestros votos de conciencia, que parecía más temporal o al menos, no tan largo. 
Hice tantas cosas confinada, que hasta llegué a salir confitada tras unos meses de encierro en mi castillo interior. 
– Fue larga la batalla – pensé en setiembre, cuando aún no sabía que la guerra no había terminado. 
El aprendizaje fue de tal magnitud que realmente interioricé definiciones que tan solo recitaba de memoria, que pude poner en práctica en primera persona: aprendí el significado real de echar de menos, que hay momentos inolvidables y personas que deberían ser eternas, que los abrazos ni se crean ni se destruyen, solamente se transforman.
Los besos sabor a miel, los abrazos olor caramelo de fresa, las sonrisas de colores, las caricias aplazadas, las voces hechas poema. Todo ello estuvo conmigo durante esos meses de ver la vida tras la ventana, de asomarme al balcón, de esperar que todo pase en un suspiro.
Marzo y sus coletazos del invierno, abril aguas mil, estallido en mayo de primavera, junio y sus peonias, julio con sabor a sol, agosto de cosecha, septiembre de rutinas y de nuevo el otoño y el invierno que nos acompañan a este nuevo punto de partida.
Puede ser que disminuyan las relaciones sociales, pero permanecen las que son eternas. Baja la cantidad, pero la calidad recobra un sentido maravilloso que te posiciona como centro de tu propia vida de nuevo y te hace sentir especial. Aprendes que los amigos y la familia son el máximo común divisor, el eje de tu vida. 
Marzo me cambió la vida. Me puso unas gafas en 3D, me dio una nueva visión con otros ojos, perspectivas diferentes y un toque de queda. El toque, aunque no igual, puede ser similar al de mi amiga Cenicienta. Ella por las prisas perdió un zapato de cristal, yo por las prisas había dejado de saborear un café. No sé si el destino y el hecho de encontrar el zapato fue bueno o malo para ella (se lo preguntaré mañana en la partida de parchís).  Lo que sí sé ahora, es que el café a pequeños sorbos sabe mejor.  
Escalar montañas, surcar los mares, cruzar desiertos… todo con mis alas es más sencillo. Y porque, además, aún guardo esa nota escrita en un papel mojado de mi viejo abrigo gris, que me recuerda que «lo mejor siempre está por reír, por sentir, por vivir, por bailar, por besar, por llegar». 
Un año ya, madre mía. Y aquí estoy engalanada para mi próxima primavera, para volver a florecer y articular nuevas palabras. He puesto el cronómetro en marcha. Cuento que, a partir de hoy, necesitamos nuevos 365 días. Cogí el cuaderno más bonito, el hecho a mano. He planificado una lista de las cosas que dejé pendiente de hacer. Si lo piensas, al menos salen 365 ítems, el número máximo no está limitado. Cada vez que apunte abrazo, creo que ya van más de trescientas veces, recordaré que están próximos (y si no los seguiré dando con la mirada). Ya huele a primavera, busca la flor en las cunetas, siente que las siguientes horas son el regalo que el 2020 nos robó o nos regaló, según se mire.
Estoy esperando a Peter en el punto de encuentro. Siempre llega tarde por costumbre y yo acostumbro a llegar pronto. En este punto intermedio nos encontramos, haciendo cada uno honor a su propio reloj y la percepción del tiempo. Mientras espero con la calma que me transmite el silencio y el único ruido de mi respiración cansada, me doy cuenta que ni los daños ni los años pudieron conmigo. La fortaleza de mis moradas, me han llevado a un camino de perfección que nunca fue perfecto, pero que siempre ha sido locuaz, vital y auténtico. Peter sigue sin llegar, pero hoy volaremos juntos de nuevo. Un año después necesito pasar de oruga a mariposa y extender mis alas al son de las risas y los sueños. Tengo nervios de chiquilla, un año separada del mundo y parece que hoy la luna vuelve a guiñarme el ojo sin que nadie, más la vea.
Creo que ya se acerca el momento. Un año después vuelvo a oler a libertad. Principito espera en la salida, vigilando al vigilante. Nada puede salir mal. Un año después creo que, por fin, volveremos a cantar en libertad. Tan solo queda, aguardar un poquito más.
Campanilla