Gonzalo M. González de Vega y Pomar

En mi azotea

Gonzalo M. González de Vega y Pomar


¡Seamos todos responsables!

24/09/2020

Después de unos meses sabáticos, algunos de los cuales confinados, vuelvo a subir a la azotea desde la que tristemente puedo contemplar el brusco cambio habido en nuestra sociedad debido a la virulenta pandemia del Covid19, que continua haciendo estragos, aunque en menor medida que durante marzo y abril cuando tuvo la mala idea de visitarnos el bicho para nada mas causar daño. No es demostrable, a pesar de las diferentes opiniones existentes en todos los sentidos  y direcciones, pero creemos que el mal habría sido mucho menor si, desde que se conocieron las primeras noticias sobre el rápido y dañino viaje que el virus emprendió desde la localidad china de Wuhan a otros continentes, las autoridades políticas hubiesen «cogido el toro por los cuernos». 
No ocurrió así. Nos dijeron que no era grave sino como una gripe normal y que a España no le afectaría mucho. ¡Cuánto más lejos de la realidad! Una realidad que obligó al Gobierno a decretar el «estado de alarma», con improvisadas medidas que, a veces, cambiaban de un día para otro; con semanales presencias del presidente del Gobierno para decirnos lo bien que lo estaban haciendo aunque «no está cerca la victoria plena y completa, aún nos quedan momentos y tiempos duros que luchar, pero ya hemos empezado a ganar. Con sacrificio, resistencia y moral de victoria. Y unidos. Siempre unidos». 
Mientras esa unidad política no del era del todo real el coronavirus seguía actuando a su libre albedrío y fueron muchas las personas afectadas las que llegaban a unos hospitales desbordados, en los que todo su personal sanitario se sacrificó, sin las mínimas medidas de seguridad, por dedicarse en cuerpo y alma las 24 horas en atender a los muchos pacientes que tenían y luchar por su recuperación. 
Por la pandemia demasiadas grandes, pequeñas y mediana empresas tuvieron que echar el cierre con los consiguientes perjuicios para ellas y para sus trabajadores. Algunos pudieron acogerse a Expedientes de Regulación de Empleo Temporal (ERTE) viendo reducidos sus ingresos mensuales. Otros se han quedado sin trabajo por la cancelación definitiva de la actividad de su empresa que no pudo afrontar la situación. Autónomos sin quehacer, con cero ingresos pero cotizando a pesar de ello. Miles de españoles engrosando la lista del paro y obligados a recurrir a Cáritas y otras organizaciones sociales para poder comer, hacer frente a los recibos del gas, luz y alquileres.
Estudiantes y profesores que mal acabaron el pasado curso y comenzado el nuevo en circunstancias muy especiales. Personas que, ante el cierre de oficinas para evitar posibles contagios, tuvieron que acostumbrarse al «teletrabajo» y así compaginar de aquella manera sus vidas laboral y familiar. Centros de Salud reduciendo al mínimo la atención presencial de enfermos en consulta para atenderles por teléfono. Hospitales que han retrasado intervenciones quirúrgicas no urgentes ya programadas…
Bares y restaurantes con la mitad de su aforo al aire libre y escasa gente en sus barras. Pocos hoteles abiertos con limitación de clientes, zonas comunes no habilitadas y cambios de las costumbres en los comedores. Discotecas y bares de copas cerrados a cal y canto. Zonas turísticas y de veraneo, con ausencia de visitantes extranjeros pero sí escasa de españoles, donde las playas estaban delimitadas y en algunas había que guardar la vez para tomar el Sol y bañarse..
Fiestas patronales, populares y religiosas suspendidas. Bibliotecas, Museos y monumentos con limite de personas que los visiten, al igual que en iglesias y templos religiosos a los que se permite un cincuenta por ciento de su cabida.
Una crisis sanitaria y económica que costará mucho tiempo y demasiado sacrificio resistirla y más superarla. Volver a la normalidad habitual va a ser complicado y llegar a esa mal llamada «nueva normalidad» difícil para muchos, especialmente para quienes más se han visto duramente afectados por ella.
Lo que mas duele son las muchas personas fallecidas –30.000 según datos del  Gobierno y cerca de 50.000 del Instituto Carlos III y aquí en Ávila cerca de 500–  por culpa del bicho en hospitales, residencias de mayores y domicilios particulares. Si penosa y triste es la pérdida de un ser querido mas en estas circunstancias, pues la mayoría  murieron solas sin poder despedirles su familia y  acompañarles a los Cementerios.
Confiemos que esta oleada en otoño no sea tan terrible  a pesar de las casi 700.000 personas contagiadas. Pongamos todos mucho de nuestra parte. Usemos siempre la mascarilla, guardemos las distancias, evitemos las reuniones y lavémosnos las manos, pero no de la forma que están haciendo los políticos. Así, quizás, acabe esta tragedia.
¡Seamos todos responsables!