Abel Veiga

Fragua histórica

Abel Veiga


Mundos rotos

17/01/2023

En Davos, en unos días, los demiurgos de la economía, entronizarán sus pronósticos, tal vez, sus soluciones, pero las propias, las que mejor convienen a quiénes promulgan dictados y credos económicos. Los políticos, también algunos, leerán sus discursos prefabricados por buenas plumas que escriben y sueñan con escribir el gran discurso que pase a la historia, o a lo sumo, esa frase o frases que los medios reproducirán si es el caso y hay suerte. 
Hablan de que el mundo está roto, pero ¿quién lo rompió? De cuándo en cuándo alguien nos recuerda que ese mundo, esa sociedad en realidad líquida, está evanescida de todo pensamiento. Bauman es algo más que una cita, es un manantial, mejor, torrente de crítica y aviso que repica y debería repicar en nuestras conciencias. Sí todo es temporal, pasajero, también lo es el ser humano, pero de nuestros actos y acciones, palabras, hechos, pensamientos tenemos la posibilidad siquiera de soñar, ya no cambiar, para mejor el mundo, ese mundo que algunos han roto y que parece que rompemos todos y así nos lo hacen creer.
Son otros los que quieren y hacen guerras, habida cuenta que la paz no es un negocio. Son otros lo que prefieren las desigualdades y no hacer nada por mucho que tanto se preconizaba desde Naciones Unidas al final del siglo pasado, pobreza cero en 2015. Y hoy hay más pobreza y desigualdad que nunca. Pero algunos dirán que es consecuencia del covid. Y seguirán las mentiras rompiendo ese mundo que ya no mira hacia sí mismo y que de reojo asiente con miedo a una modernidad y una inteligencia artificial que acabará por dominar al ser humano y su pensamiento, creatividad y por qué no, hasta su propia esperanza. Todo es posible cuando el propio ser humano ha dado muchos, tal vez demasiados pasos atrás. Timorato, omnisciente de sus debilidades pero también de demasiadas vanidades. No pensemos, no seamos críticos. Sigamos recostándonos en ese espléndido lado llamado indiferencia. Para qué pensar entonces en futuros cada vez menos imaginarios.
Sí mundos rotos que nadie en verdad va a arreglar porque simplemente no hay ni voluntad de hacerlo ni menos conciencia de su gravedad. Todo vale en este maldito baile de muertos como cantaba aquél poeta y artista total, llamado Aute, pasadas ya las cuatro y diez de la tarde. 
Silencio en platea que en Davos los demiurgos entronizarán nuevos discursos que los diletantes ministros y jefes de gobierno aplaudirán y elevarán al martirologio de verdad absoluta e impenitente. Y que nadie ose llevar la contraria o alzar su embarrada voz de ignorancia ante esa verdad revelada únicamente a los poderosos económicos. Nadie ve la otra cara, la real de ese mismo mundo o mundos rotos, tal vez, más mundanos y a la vez humanos. Pero eso solo son frías estadísticas que a pocos interesan. Incluso investigar. Un reputado opinador en un medio nacional decía que la nostalgia era sinónimo de debilidad. Lástima, ahí está tal vez la esencia más verdadera y la que nos hace en verdad, simplemente humanos y mirar de cuando en cuando hacia atrás. El pasado. El que fue nuestro.