Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


Ávila y su veniros pa’cá madrileños

29/09/2020

Según se ha dado a conocer la coalición del equipo de gobierno local (XAV-Cs) tiene previsto promover una campaña en Madrid con el objetivo de posicionar a Ávila como destino del teletrabajo para de esta manera incrementar los empadronamientos y atraer madrileños. La iniciativa de quienes reniegan de toda la política de sus antecesores –muchos antiguos compañeros de partido– es tan loable como estrambótica y desde luego viene a dar la razón, les guste o no, a quienes también desde el sillón municipal pretendieron, en el inicio de este siglo, hacer de Ávila una ciudad de 100.000 hb. No se logró, a pesar de la voluntad y el consenso político de entonces. Ahora se insiste, con fingidos aires de novedad. 
Ávila siempre soñó con subirse al carro de ciudades periféricas de Madrid –lo de ciudad dormitorio se aborrecía– y contar con una población lo suficiente para sustentar una economía local más sólida y con notable bienestar. Querer crecer es legítimo, la cuestión es saber cómo hacerlo después de tantos años intentándolo y en un contexto actual poco favorecedor a la «deslocalización ciudadana» y es que en tiempos de cambio no conviene hacer mudanzas. Se parte de un equívoco con el teletrabajo pues pudiendo hacerse desde sus domicilios ahorrando gastos y los sufrimientos de la gran urbe no se necesitará de Ávila.
No es un juego de niños esto de crecer poblacionalmente, pero parece que para el equipo de gobierno –algo infantil en esto, como en otras cuestiones– todo se sustenta con golpes de efecto propagandísticos a modo de excusa absolutoria de sus responsabilidades y si no vienen madrileños la culpa será de los otros. No hay que confundir empadronamiento con residencia, siendo egoístamente para Ávila más interesante la segunda que la primera. 
Las condiciones geográficas, de clima, de ciudad tranquila siempre las ha tenido. No ha cambiado. Sin embargo hay otras –como la escasez de agua, las carencias sanitarias, las indignas comunicaciones o las insuficiencias educativas– que cualquier interesado en vivir en Ávila va a demandar en primer lugar y ahí, con teletrabajo o sin él, la ciudad tiene hoy por hoy una respuesta escasa o no tiene respuesta. Atraer madrileños –como si fueran suecos de los sesenta en busca de sol y playa– requiere de algo más que una simple campaña. 
Poner cartelones en la autopista, cuñas publicitarias en radio, comprar espacios en periódicos y redes sociales o tirar octavillas en la Puerta del Sol, será algo vacío y un despilfarro de dinero público (que se dice no tener) si no se cuenta con una estrategia, unos objetivos, unos destinatarios concretos (no todos los madrileños pueden teletrabajar) y sobre todo contar con stakeholders apropiados. El teletrabajo es algo incipiente, desconocido aún y está por ver  su dimensión. Sacar a esos madrileños y sus familias de su «mala calidad de vida» –de su barrio, de sus costumbres o de sus automatismos– requiere mucho más que un simple anuncio con luces de neón. Es más, el teletrabajo puede tener el efecto contrario y es que los que lo usen descubran un nuevo Madrid. 
El «coto de pesca» de ese anhelado empadronamiento está por otro lado. El trabajo –no el teletrabajo– es lo que mueve a la muchedumbre. Es más interesante y provechoso reivindicar la desconcentración de organismos y entidades públicas madrileñas o vallisoletanas hacia Ávila (con su estructura y personal) que quedarse solos con la propaganda. 
De momento, los madrileños confinados.