José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Las ideas transforman el mundo

13/02/2022

Y entonces, ¿Por qué hemos dejado de pensar? Todos estamos de acuerdo con esta frase, la compartamos o no. La fuerza de las ideas es determinante en este mundo que vivimos. De tal forma que las ideas son el único instrumento que nos permite entender el mundo en el que existimos, entender el pasado e intentarnos aventurarnos en el futuro evitando los inevitables barrancos humanos. Si esto es así ¿cuál es la razón profunda por la que hemos dejado de recapacitar? Y aunque la respuesta parezca contradictoria, es por las propias ideas. Se han lanzado desde hace tiempo ideas que nos han transformado para que renunciásemos precisamente a eso mismo, a pensar por nosotros mismos. Los que llegan al final de mis artículos saben que hago mucho hincapié entre la diferencia de tener y sostener una opinión y tener criterio. Una opinión se parece a un "like" en cualquier red social, incluso ese FaceBook que amenaza cerrar y le han recordado en España que con eso no se juega en un país en el que se "han cerrado Bares, entiendes Bares" le respondían esta semana en Twitter. Esto que tiene una razón profunda les invito a que lo sopesen antes de que lo destripemos o no dentro de unas semanas. 
Tener criterio es mucho más profundo, exige de la comprensión del fenómeno, de las causas, casi todo el mundo es capaz de comentar sobre las consecuencias, la lectura, la conversación para modular y modelar nuestro criterio. Esto es un deporte de riesgo en la pretendida sociedad de la tolerancia. Tienes que desnudarte para demostrar lo que eres, de qué forma ves las cosas. Tienes que aventurarte a estructurar tus argumentos, no tienes que herir supuestamente con esas actitudes sin pulir de "yo siempre digo lo que pienso" sin preocuparte de tu interlocutor, y finalmente tienes que estar dispuesto a cambiar de visión si todo lo anterior expuesto por otra persona tiene más razón que lo que tu propones. Casi todo un mundo, pero de verdad que es una de las mayores aventuras del ser humano. 
Sin embargo, en esta sociedad se nos han ofrecido sucedáneos para que pensemos que tener opinión equivale a tener criterio. En uno de los mejores intercambios intelectuales que recuerdo, procurado por el gran Graciano Palomo en su imprescindible encuentro "Prensa y Poder", el singular periodista y novelista inglés Giles Tremett, que trabajaba como corresponsal en España para "The Guardian" y lo hizo para "The Economist", comenzó su batalla dialéctica afirmando que vivía en uno de los mejores sitios del mundo. Vivía en una casa en el Retiro de Madrid que daba esquina a varias calles con todo el bullicio e inigualable vida madrileña. Además todos saben que es uno de los sitios más envidiados para tener una casa en la capital. Pero había algo que no le dejaba disfrutar completamente. Todas las mañanas se ponía una especie de enajenado en la esquina a gritar a todo el mundo, pidiendo dinero con un cartel, reclamando una oportunidad perdida y teniendo opinión sobre todo y sobre todos los que pasaban y nunca muy favorable. Esto que era una metáfora y probablemente no fuera realidad, la remataba en el marco de ese seminario, diciendo que se acercó a preguntarle, y este señor le espetó que él de verdad era un tertuliano del Retiro. Y ese es el drama de nuestro tiempo que siempre aparece un experto, un "influencer", un líder social para proponernos, si se repite mucho y por muchos medios, podemos decir para algo más que para la simple proposición machacona, casi imponiendo, lo que debemos pensar. Y nosotros ante su presión dejamos que sus ideas transformen el mundo. Como mucho podemos decir si nos gustan o no, convirtiéndonos en archipiélagos de opinión. Uno de los casos que más he señalado es cómo ha cambiado la idea sobre lo que es la deuda pública pero hoy ya no les presento más cosas. Y esta idea ha transformado el concepto de deuda y por lo tanto de la acción de los gobiernos e incluso del dinero y de la política monetaria. Solo la punta del iceberg, pero para osados está el mayor deporte de riesgo en pleno siglo XXI que es pensar por uno mismo para no renunciar a ser sociales.