Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Algunos hombres buenos

16/09/2022

El occidente progresista considera un acto de mala educación la invasión rusa al haberlo cogido por sorpresa. Uno no sale de una brutal pandemia y de una crisis de suministros, con una deuda enorme, para tener que enfrentarse a un conflicto bélico de primera magnitud.

Tampoco ayuda que no tengamos a tiro a Colin Gray para que nos asesore, que nadie lea a Lawrence Freedman o que por desgracia demasiada gente se haya tomado en serio a Graham Allison, sin haber dado tiempo a Thomas R. Martin a contar su versión de la historia sobre Pericles.

Como en todas las guerras hay palomas y halcones. Los pacifistas tienden a despreciar al agredido, ya que le consideran un actor menor y son relevantes aquellos que sin estar en el conflicto tienen las dimensiones suficientes.

Los belicistas defienden siempre posturas de principios y parecen ser más exigentes en el plano moral, con una sospechosa tendencia a ver a sucesores de Hitler en cada esquina. La fuerza militar es el último recurso cuando el resto falla.

Muchos teóricos piensan que la invasión es una respuesta a la expansión de la OTAN. La Unión Europea ha hecho todo lo posible para integrar a Rusia en su modelo económico, hasta el punto de hacernos vulnerables a los designios de Putin. Si tuviéramos que buscar un punto de inflexión, podríamos decir que no estuvimos finos en Libia. Forzamos a la ONU, atacamos a un país soberano y derrocamos al único gobernante que libremente renunció a poseer armas nucleares. Ese episodio fue una dolorosa enseñanza para Rusia y China, pero Corea del Norte e Irán hicieron los deberes.

En el plano bélico, no podemos ser tan ingenuos de creer que armando a Ucrania, el agresor se quedará indiferente si el conflicto se le complica, ya que desconocemos hasta dónde está dispuesto a llegar y deberíamos prepararnos para lo peor.

En el plano energético, casi cualquier idea será mejor que lo existente. El intervencionismo político en la energía debe acabar, con sus puertas giratorias y demagogia enfermiza.

La paz que hemos disfrutado durante estas décadas ha llegado a su fin, porque la disuasión nuclear ha dejado de ser efectiva. Sería prudente invertir en defensa como en los viejos tiempos, porque va a ser necesario. Y no vendría mal reducir cualquier dependencia industrial, comercial, mineral que tengamos con países potencialmente hostiles. Moralmente es correcto dotar de armas a Ucrania, pero no saldrá gratis.