Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Inteligencia artificial

10/02/2021

Hace unos días, este periódico volvía a recordar que estamos muy cerca de ser una «ciudad inteligente», una Smart city, que en inglés suena muchísimo mas importante ¿ustedes han notado algo distinto, buenísimo, super guay? Yo al menos no lo veo; claro que a lo mejor el proceso todavía no ha empezado. Pero eso no importa, el caso es que lo sepan las autoridades, los que mandan, porque los demás somos súbditos, dedicados a nuestras cositas, pues por encima está el ojo que todo lo ve y el dedo que indica por donde debes ir; nosotros a lo que nos den. Al parecer nuestro Ayuntamiento de Ávila ha firmado un convenio, que no es gratis, con el Clúster Smart City, que traducido al cristiano quiere decir algo como, grupo o cúmulo de empresas que se dedican a intervenir en las ciudades con actuaciones que permitan que estas sean más inteligentes, que retraducido quiere decir, hacerlas más confortables, o con la palabreja mas de moda, mas sostenibles, con el fin último de mejorar nuestra calidad de vida (habría que definir que se entiende por «calidad» de vida, y si afecta a nuestra libertad), y como guinda además, potenciar un turismo inteligente, que no sé qué quiere decir, si los turistas tienen que ser inteligentes, o nosotros los abulenses. Según el director de este clúster, lo primero es detectar las necesidades urbanas, cosas que los ciudadanos, que somos tontos, no las vemos todos los días;  pero bien está, habrá que ponerlas sobre un papel, sobre todo cosas como, la forma de moverse por la ciudad, y ya nos dirán como tenemos que hacerlo; también la eficiencia energética, por si nuestras energías las gastamos mal, que pudiera ser; ítem mas, lo relacionado con el medio ambiente, concepto tan amplio, que se puede meter aquí lo que se quiera. Y algo que los políticos lo ven bien, pero que da igual, porque hacen lo que quieren o saben, para eso los han elegido, como una mejor comunicación entre la Administración y los administrados. Pero por encima flota que cualquier solución ha de ser tecnológica, es decir, que serán las máquinas las que decidan el qué, como, cuando y por qué. Y aquí surge la llamada “inteligencia artificial”, porque a la inteligencia humana la mandamos a descansar y que piensen las máquinas.
Dios, que expulsó a nuestros primeros padres del paraíso, según la Biblia, por querer ser como El, y con la maldición de “comerás con el sudor de tu frente”, desde aquellos tiempos ha intentado siempre, sin dejar ni un segundo, que ese sudor cada vez sea menor, no dejando de inventar utensilios, herramientas, máquinas, que minimicen cualquier esfuerzo, con la meta última de llegar a no hacer nada, y ¡a vivir! Cuando se trabajaba de sol a sol, todos los días, y muy duro, hoy se ha reducido a unas pocas horas y a unos pocos días, en general bastante blandengues, intentando que cada vez sea menos, hasta llegar a cero; pero cobrando igual. Cuando en las fábricas, sean de automóviles o de galletas, da igual, se ha sustituido mano de obra humana por robots que hacen lo mismo, tal vez mejor, y en menos tiempo; cuando desde casa, da lo mismo que sea en una ciudad o en un pueblecito, dando a unas teclas puedes ordeñar a las vacas, y unos robots enchufarán los chupones en las ubres, recogerán la leche y la trasportarán; cuando un piloto automático puede conducir un avión sin necesidad de piloto humano; cuando ya hay máquinas que hacen operaciones quirúrgicas; cuando se colocan aparatitos o sensores en la casi milenaria muralla, que espían, vigilan su interior y dicen si tiene fiebre o se orina, cuando….Muchas de estas cosas las conocemos, no todas las que hay, mas o menos desarrolladas, pero que llegará un momento en que el ser humano ya no necesite estar presente (seguro que les suena lo de presencial). Ahora estamos distraídos con los teléfonos móviles, y algunas cosas en los ordenadores, que son pequeñeces de lo que existe en tecnología avanzada, y lo que existirá, pues el ser humano está destinado por mandato divino, a dominar el mundo, aunque unos mas que otros, pues esto no cambiará. Parece ciencia ficción, y el que esto dice que tiene calentura, pero siempre los poetas, los novelistas, el cine, se adelantan a la realidad, y lo que hoy llamamos ficción, puede que algún día se quede corta. ¿Esto es malo? En absoluto, es el progreso, no como lo entienden algunos políticos, y lo aceptes o no, quedaremos sumergidos en él y todas las generaciones posteriores. Pero el ser humano tiene la mala costumbre de comer, pues en ello le va la vida; y comer cuesta, pues nadie da nada gratis ¿Cómo se soluciona esto, si no trabaja o no tiene dinero? ¿Cómo puede viajar, hacer gimnasia, sentarse en una terraza, tomar el sol en una tumbona, ir al cine o al teatro, y todo lo que el ocio permita, sin dar palo al agua, además de una sanidad gratis? ¿Lo hará el Estado, y cómo? Se podría paliar algo reduciendo la población, aunque de eso ya se encargan las pandemias, las hambres, la eutanasia, los abortos y las guerras. Se podría cobrar impuestos a los robots, en proporción a la mano de obra que sustituyen, cosa en la que alguna mente pensante ya está en ello, aunque muy lentamente, pues la solución no es fácil. Los robots no tienen por qué ser humanoides, que es la imitación mas simplona del ser humano, para hacer cosas programadas por el hombre o por las mismas maquinas; pero necesitan, al igual que el humano, comer, tener una energía que les permita actuar, incluso “pensar”. Y esa energía, fácil, gratis y casi infinita, aun no se ha conseguido. El mundo sería otro y eso sí que es un reto, incluso para poder dominar el universo.