José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


Nulos

26/05/2023

–PorÁvila, PP, PorÁvila, PSOE, PP, IU-Podemos, PP, PorÁvila, VOX…
—¿Ya está, hemos acabado?
—No, todavía queda un sobre en la urna. A ver… no tiene papeleta, tiene un folio escrito a mano.
—Voto nulo, entonces.
—Espera. Tiene una caligrafía preciosa, hacía tiempo que no veía algo escrito con tanto esmero. ¡Y se dirige a nosotros! Escuchad:
«Estimados miembros de la mesa: en primer lugar, quisiera darles las gracias por su trabajo; siempre es duro madrugar un domingo, pero más para atender a tantos vecinos. Espero que puedan volver pronto hoy a casa con sus familias. Votar es una de las cosas más importantes que podemos hacer como ciudadanos, yo siempre lo he hecho; antes, cuando podía andar, o incluso ahora, en silla de ruedas. Y me gusta hacerlo en persona, no por correo. A mis noventa y siete años recuerdo como si fuese ayer durante la República, cuando me llevaba mi padre a tomar una naranjada los días de votaciones, cual si fuera fiesta mayor.
»Si los ven hoy, pidan por favor perdón en mi nombre a los candidatos a la alcaldía. Creo que son buena gente, casi toda la gente es buena, ya lo verán a mi edad, pero creo también que andan demasiado preocupados con esto de la política. Me parece que piensan más en lo que podamos opinar de ellos que en qué pueden hacer, como si tuvieran miedo al qué diremos. Para eso mejor estarían en casa, tranquilos y con su familia. He leído todos los papelitos que me han echado al buzón, llenos de frases que no dicen nada, y también los he escuchado regañarse unos a otros en la radio, removiendo el ayer que habría que dejar tranquilo, se lo digo yo, que he vivido de niña la guerra. Si les soy sincera, no logro que ninguno me convenza.
»Pero como a un colegio electoral se viene a votar, yo voto por Fátima para alcaldesa. Sí, sí saben quién es: la joven marroquí con el pañuelo blanco en el pelo que empujaba mi silla hasta la mesa para votar. No es cristiana, pero ya me gustaría que muchos de los que tanto hablan del respeto tuviesen la mitad del que ella tiene por las creencias ajenas cuando me acompaña a la iglesia. Lleva dos años conmigo, es todo dulzura y atención, y eso es algo que no encuentro en ninguno de estos que van prometiéndome cosas que, a mis años, no necesito para nada. Ella solo piensa en hacer mejor la vida de los demás a pesar de que los demás desvíen la mirada al verla, a pesar de que tenga sus problemas, sus hijos en Marruecos a los que hace tiempo que no ve. Quizás en Ávila no necesitemos gestores, sino más dulzura, esfuerzo y altruismo en esta ciudad envejecida y revanchista. Denle mi voto, aunque no salga elegida. Ella nunca sabrá que la voté, pero yo sí. Eso me hará devolverle algo de lo que hace por mí y sentirme mejor. ¡Muchas gracias!».
—¡Uf! Vaya…
—Sí, vale, muy bonito, pero es voto nulo, ¿no?
—Usted se calla, que aquí no es más que un apoderado de partido político. El presidente de la mesa electoral soy yo y, ¿sabe qué? Me denunciarán o me meterán en la cárcel, pero esta noche los votos que van a figurar como nulos en el acta van a ser todos los demás y, en su lugar, voy a mandar esto. ¿Algo que objetar, señores vocales? Pues ale, a llevar los papeles al juzgado y a casita, que ya es muy tarde…