Ricardo Guerra Sancho

Desde mi torre mudéjar

Ricardo Guerra Sancho


Los Reyes Magos de la salud…

06/01/2021

Sus majestades los Reyes Magos de Oriente son esos tres personajes rodeados de historia y tradición. Este año hemos podido ver una estrella que ha debido ser parecida a aquella que les guio a una pequeña población, a la bíblica Belén de Judea, la ciudad de David, “porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Y al encontrarle le ofrendaron sus regalos: oro, incienso y mirra… Luego la tradición rodeó a estos personajes de bellas historias que redondearan el significado de aquel hecho, su número, su procedencia y así se afianzó en nuestra cultura esta festividad y tradición con su extensión a los niños y este día en el de la ilusión de los regalos. Siempre que recuerdo esta historia, yo soy muy de los Reyes Magos, rememoro mi tradición desde la infancia, y además me gustan y los celebro con ilusión renovada. 
Por estas fechas siempre recuerdo tres escenas o momentos relacionados con los Reyes Magos, que enmarcan y definen mis preferencias respecto a esta historia.
Por un lado, cuando descubrimos las pinturas murales de Santa María la Mayor de Arévalo, aparecieron escenas de la Natividad y, aunque muy deterioradas, se aprecia entre otras escenas la adoración de los Reyes. Perdieron gran parte de la policromía y penas se atisba el dibujo de las tres figuras, no hay rey negro, es una escena preciosa.
También por entonces pude admirar el famoso tríptico de la Adoración de los Reyes Magos de la colegiata de Covarrubias, en el que ya está flamante el Rey negro, que nace en la iconografía en época tardía. Se les ha representado como un joven, un maduro y un anciano… o como blanco, cobrizo y negro, como de pelo moreno, rubio y canoso… Su número y sus nombres han variado a lo largo del tiempo, intentando representar al conjunto de la humanidad. Finalmente, la representación iconográfica quedó fijada en tres, Melchor representando a Europa, Gaspar a Asia y Baltasar a África.
La tercera escena que se me quedó grabada fue la de una de las visitas de los Reyes al Teatro Castilla, cuando estábamos por allí haciendo cosas… El mejor orador de los tres, en representación, un buen amigo, Fernando, que ha muerto hace muy poco, republicano él, que me manifestaba lo feliz que le hacía esa representación, hacer de rey solo por ver las caras de los niños ilusionados y sorprendidos pasando a saludarle. Tres escenas que, por sí solas, son merecedoras de mis recuerdos más entrañables.
Esta tradición tiene su hermosa historia. Los primeros datos son de la época de Santa Elena, la descubridora de tantos lugares bíblicos de Jesús, que envió una expedición a Saba, que regresaron con los restos de los Reyes Magos y fueron llevados a Constantinopla. Un milenio después, en el s. XIII, Marco Polo localizó el enterramiento, cerca del castillo de Calasata “los adoradores del fuego”, donde guardaban memoria de los Tres Reyes Magos, uno de los cuales había sido rey de Calasata, y aún veneraban el lugar ya vacío. Allí contaban la misma historia que recoge el evangelista Mateo. Esta contradicción no impidió que estos restos se convirtieran en una reliquia famosa y venerada por la cristiandad. Las reliquias de Constantinopla fueron llevadas a Milán por San Eustorgio en el s. V, donde se veneraron hasta que el año 1164, Federico Barbarroja emperador del Sacro Imperio Romano Germánico las trasladó a Colonia, donde están, en un magnífico relicario en la impresionante catedral gótica de Colonia, que se construyó para acoger estas reliquias y se convirtió en destino de peregrinos en el medievo europeo en clara competencia con Santiago de Compostela. Eso también fue para la ciudad la fuente de su prosperidad. El rey Felipe II estuvo a punto de traerlas a El Escorial.    
Este año yo pido a los Reyes Magos que nos traigan salud, paz, amor, solidaridad, justicia y cuantas cosas nos está arrebatando esta situación tan anómala. Trabajo para nuestras gentes, recuperar nuestra vida, relajación para recuperar las afectividades colectivas, en definitiva, nuestras costumbres más normales. ¡Que sean espléndidos!