Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


Por un etiquetado más claro y contundente

12/01/2023

No tengo duda de que el marketing es todo un arte; que una buena campaña sabiamente llevada es capaz de inducir a la compra más frenética e incluso a la más innecesaria, "engañar" al consumidor o al menos no decirle toda verdad, porque lo que interesa es vender, vender y vender, para mover el mercado; pero al menos debemos exigir un control más férreo y eficiente, y que lo que se muestre en el envase se corresponda con su contenido.

Un claro ejemplo de "engaño" se puede producir en tiempo de rebajas, porque en algunas tiendas (probablemente sean sólo una minoría), si has seguido la evolución de los precios de una determinada prenda que te interesaba, podrás comprobar que incluso ahora con la oferta de descuento está al mismo precio o incluso algo más cara que hace unos meses. Pero es que la picaresca es un arte innato a nuestro carácter y bien documentado, aunque sea en forma novelesca, desde El Lazarillo de Tormes.

Eso sí, una cosa es "picardear" y otra "mentir" descaradamente como ocurre con algunos productos, sobre todo de alimentación preciosamente envasados y donde una imagen impoluta de su contenido, bien grabada sobre cajas de cartón o sobre el contaminante plástico, nos hace creer que lo que vemos así de bonito y de atractivo es lo mismo que hay dentro; algo que en muy contadas ocasiones se cumple.

Porque esa otra habilidad de la impresión, embalado o packaging, como se le denomina ahora como si no tuviéramos abundantes palabras en español, a veces crea verdaderas obras de arte que parecen cuadros para contemplar debido a su belleza y a la sabia combinación de colores y formas cual cebo visual para todo el que pase por allí. Pero claro, es su principal función.

Otro de los ganchos legales, sobre los que los diferentes gobiernos no se atreven a actuar con contundencia es el etiquetaje que la mayoría de las veces, aunque cumpla con la ley, es lo suficientemente confuso para que no sepamos realmente si el producto es natural, ecológico, contiene aditivos que al menos nosotros consideramos nocivos, o responde realmente a lo que anuncia su tapa.

Aunque se ha avanzado bastante en este asunto, porque antes etiquetaban como "bío" hasta lo más contaminante, aún pueden verse muchos productos de limpieza que llevan la "marca" de ecológicos, pero que si ves la composición (esa de la letra pequeña que casi nadie lee), o los pictogramas con triángulos rojos que figuran en el anverso, comprobamos que si te cae una gota en la mano te puede preparar una buena quemadura, que si te salta al ojo te lo destroza, o que figura como muy nocivo para la fauna acuática, lo que te hace asumir que no es biodegradable. Y lo peor de todo es que es muy difícil encontrar artículos, sobre todo de limpieza, que no dañen el medio ambiente o los ríos y arroyos a los que van a parar. Pero ahí la culpa también la tenemos los consumidores que no exigimos productos más naturales y que en muchas ocasiones lo que más limpia y más rápidamente suele ser lo más nocivo incluso para nosotros mismos. A veces somos los consumidores los que nos envenenamos, y no hace falta echar la culpa a nadie.

Otro etiquetaje que llama a confusión, aunque no mienta, es eso de "Sin azúcares", porque si miramos bien, es "Sin azúcares… añadidos"; eso sí, lo de añadidos se pone en pequeñito por si cuela; pero el no tenerlos tampoco significa que sea más saludable ya que los aditivos que se les suele meter a esos productos para que mantengan un sabor similar a los de su tocayo azucarado, pueden ser poco sanos como norma general, aunque aquí, como en todo, hay excepciones que como suele decirse, que "ratifican la norma".

Algo similar ocurre con eso de "bajo en grasas" que puede que sea verdad, pero claro, grasas hay muchas y de muy diferentes tipos y condiciones: animales, vegetales, mezclas de ambas, con base de transgénicos... y productos elaborados con ellas o fritos en diferentes aceites que varían de forma clara su calidad final.

Debería tenderse ya de una vez a un etiquetaje más claro y contundente de cara al consumidor, que aunque manteniendo la belleza y forma artística que poseen algunos envoltorios, informe de un solo vistazo sobre su calidad nutritiva y ecológica real.

Mientras tanto, a leer la escritura pequeña aunque pocos lo hacen. Cuanto más "letrajas" y aditivos lleve y más larga sea la lista, yo creo que más artificial y menos sano será. :-)