Pablo Casillas

El Corrillo

Pablo Casillas


¿Cuestión de edad?

22/12/2020

«Hay gente que va a morir de viejo, porque tienen una edad, en la que con setenta y pico, durarán lo que duren,  como Anguita, pero hay gente quiere resucitarle, como al  Cid a Caballo. No entiendo como habiendo gente con veinte  tantos, treinta y tantos, o cuarenta y tantos, quieran resucitarle. Que se vayan a la mierda, o cojan un helicóptero y se retiren, como Ratzinger. Se les reconoce los servicios prestados, y ya está».
Son manifestaciones de Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno de España.
«Siempre escucho atentamente a nuestros mayores, pero ahora nos toca a nosotros. Somos una nueva generación a la que toca dirigir el país y la dirección del PSOE». 
Estas las ha realizado Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE refiriéndose a Felipe González, Alfonso Guerra, Joaquín Leguina, Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Nicolás Redondo. 
Son declaraciones habituales de los políticos cuando se cuestiona su gestión.  
Su único y peregrino argumento para descalificar a otras personas es la edad, que ha pasado «su tiempo». 
Esto es, para auto justificar su irresponsabilidad e incapacidad  mandan a cualquiera al «Cementerio de Elefantes». 
Desde el respeto y la consideración que nos deben, no me imagino a los hijos de gentes que somos de «a pie» tachándonos de viejos y arrinconándonos en no sé qué parte del mundo. 
Del mismo modo, tampoco les minusvaloramos nosotros en razón de que no conozcan determinadas cosas por su falta de experiencia en la vida.  
Sin embargo, los políticos –y sus propios padres– deben ser de otra «pasta» en atención a lo que manifiestan esos hijos y el silencio que se percibe de los padres, ya que lo suyo sería, por parte de éstos últimos, salir a decir, «oye, guapo, que tu madre, o padre, tenemos una edad, pero no por ello somos un florero, y tú no tienes más razón  por ser más joven, ni tampoco es «tu momento»,  en contraposición al de los demás, que existirá siempre que demostremos capacidad». 
Que sepamos, para ser político no se requiere una especial fuerza, que sería la que tendría una persona de entre veinte o cuarenta años, respecto de otra de 70, por ejemplo. Tampoco  se requiere para ser político una especial inteligencia, visto lo que dicen y hacen. 
Sorprende, por lo demás, que siendo las expectativas de vida de un ser humano rayando los 90 años, quieran «aniquilar» a una persona  política, social y profesionalmente –en sus diversas facetas–, con tan solo setenta años,  cuando no antes.
Afortunadamente, en la vida ordinaria no se entierra a las personas en razón de una determinada edad, y con ello se enriquece a la Sociedad. 
Qué sería del mundo de la Cultura –y también de otras esferas de la Vida– si mandáramos al retiro a escritores, pintores, músicos, profesionales de las diversas áreas, empresarios, autónomos, etc, con setenta años, como dice Pablo Iglesias, y apuntan otros muchos políticos.
En la esfera privada y social,  a nadie se le echa por su edad, pero, desgraciadamente, no se tiene la misma visión cuando se trata de la vida política, por parte de los que estén en el poder en cada momento.
Lo más lamentable, si cabe, es que una gran parte de la sociedad consiente esa visión equivocada de la política. 
Basta ver lo que se dice y escribe en los foros públicos acerca de las manifestaciones que realizan, en determinadas ocasiones, aquellos que ocuparon cargos públicos de relevancia. Son descalificadas por los mismos e injustificables argumentos que esgrimen los políticos, de forma que se les viene a dar la razón, sin tenerla. 
En los debates, enseguida tachan de «florero» a cualquiera que haya ostentado un cargo público, como única argumentación para desautorizarle, en lugar de analizar si tienen o no razón en lo que dicen.    
Miren, no se puede desautorizar a nadie en razón de su edad y no se le puede privar de su Derecho no solo de opinar, sino también de participar en todas las esferas de la Sociedad, y de forma particular en la Política precisamente porque somos seres políticos hasta el final de nuestra  vida.  
Pero más diré, -y esta es la segunda reflexión de este artículo-, me parece una auténtica barbaridad y un sinsentido que se pierda el capital humano que representan aquellos que han ostentado cargos públicos, desde el primero al último. Ello es aplicable a todas las actividades humanas.
Desde el conocimiento y la experiencia, aquellas personas que han ostentado cargos públicos están en condiciones de aportar muchísimo a la Sociedad, empezando por evitar que se cometan errores. Como dice el refrán, «Sabe más el Diablo por viejo que por Diablo».
En modo alguno, se puede descalificar ni desautorizar a nadie en razón de la edad, y quien así lo hace es una mala persona y un idiota, entendida en una de las acepciones que utiliza la Real Academia de la Lengua Española. “Idiota: Que padece de idiotez. Ayuno de toda instrucción”.

P.D.- Rezaba en el epitafio de una lápida: «Como me ves, te verás».