Francisco I. Pérez de Pablo

Doble click

Francisco I. Pérez de Pablo


Única y extraña Navidad

22/12/2020

Con la paradoja humana de elogiar la recién aprobada ley de eutanasia, mientras se inician unas fiestas marcadas por un Belén y un nacimiento, hemos consumido un año desde que de estas mismas páginas les deseara una Feliz Pascua de Navidad. Lo vuelo a hacer nuevamente como si este tiempo no hubiera pasado (fue bisiesto). Seguro que con lo acontecido la mayoría desearía haber saltado los doce meses, sin embargo quedarán en la memoria y en la hemeroteca por muchos esfuerzos que se hagan por olvidarlos. Cuando hoy, día de la «salud», lean esta columna, quizás ya habrá salido el gordo del sorteo de Navidad –suerte para los que juegue–, aunque muchos tendrán puestas más «ilusiones» en  otro «sorteo», que no es el del Niño, sino el de las anunciadas vacunas para el que todos jugamos con boleto. 
Las limitaciones de movimientos, el estado de alarma y el toque de queda configuran una única y extraña Navidad. El escenario previsto por los dirigentes es lo más parecido que hayamos podido conocer muchas generaciones a las trincheras de las que estaba prohibido salir aún en fechas tan señaladas. Cuentan las crónicas que en la I guerra mundial las hostilidades cesaron. Una especie de tregua desordenada y absolutamente desautorizada, pero perfectamente comprendida. En la guerra civil española la cena del miliciano consistía en una ración extra de comida y cada bando entregó un kit con tabletas de turrón, mazapanes, embutido y algo de tabaco. A pesar de la cifra de muertos que llevamos, del alto número de contagiados y de las inciertas secuelas que deja el enemigo, nuestras Navidades –atípicas en la nueva normalidad– siguen siendo mejor que la de aquellas batallas humanas.
Los alemanes, según las crónicas, colocaron velas en sus trincheras y árboles de Navidad, luego continuaron la celebración cantando villancicos. Los británicos respondieron cantando sus propios villancicos (siempre tan suyos) y hasta se intercambiaron regalos. La navidad si en algo se diferencia de otras celebraciones, aún en guerra,  es precisamente por esas canciones populares (canción paralelística que se recoge en la Crónica de la población de Ávila, 1255, y puede fecharse hacia 1158). ‘Hacia Belén va una burra’, ‘Dime niño, ¿de quién eres?’, ‘Campana sobre campan’a, ‘Los peces en el río’, ‘Ya vienen los reyes’, ‘Los campanilleros’, ‘A Belén, pastorcitos’ o el famoso ‘Noche de Paz’.
 La mascarilla y la distancia interpersonal impedirá cantarlos por las calles, en los bares o ver a los más jóvenes entonándolos de casa en casa mientras piden el aguinaldo, cuya tradición, también, se ha ido perdiendo, si no está ya perdida. No es lo mismo tocar el timbre y recorrer el vecindario pidiendo el aguinaldo –es un arte– que hacerlo por Zoom, Skype o videoconferencia y que la propinilla o los dulces se de en mano que recibirlos por Bizum o por Amazon. En la puerta de mi casa/ voy a poner un petardo/ pa`reirme del que venga/ a pedir el aguinaldo…
Muchas familias no podrán verse todos juntos  y en otras echarán de menos a alguno o incluso varios de sus miembros, desde aquí mi recuerdo a los que ya no están, y un abrazo –aunque sea virtual– para los que quedan. Debemos tener unos días de Navidad de los más extraordinario que podamos imaginar, pues se trata de esto ya que estamos aburridos con la pandemia. Cuando todo esto acabe y años después recordemos como fue aquel año del Covid debemos ser capaces de decir: no me hubiera perdido esa única y extraña Navidad por nada. Feliz Navidad abulenses.