Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Cuaderno de otoño

29/10/2022

¿Qué tendrá el otoño que nos vuelve poetas? ¿Qué será lo que nos enlaza a su belleza y nos impulsa a crear, a plasmar semejante estímulo sensorial con todos los medios disponibles; a escribir con pinceles, pintar con bolígrafos y colorear nuestros sueños con ceras? ¿Qué impulsa la necesidad de tener un cuaderno solo para esta estación, para dedicarlo a su magnificencia, contando siempre lo mismo cada año, pero una emoción sincera, como si fuera la primera  vez? 
Puede ser su sensorialidad, su capacidad de colmar los cinco sentidos de manera sublime, convirtiendo sus meses en una sucesión de experiencias estéticas que nos relacionan con el entorno de una manera completa, intensa y llena de color. Sentimos cómo el olfato se recrea en ese olor tan característico de las hojas caídas, que se descomponen y nutren la tierra. En la tormenta que apunta en el horizonte, que parece lejana pero que llegará, calmando la greda, la arcilla y la marga, la hierba reseca tras los meses de estío. Esa sinfonía completa, en una estación que parece hecha para los adagios, pero que descarga su música con el tronar y el caer, con el retumbar que parece Beethoven disfrazado de naturaleza. La leña, ardiendo en las casas, no solo inunda con su aroma al caer la tarde, sino que también se pega a la piel, con esa sensación cálida tan distinta a la de la estación anterior. Mantas, jerséis, bufandas… calor superficial que, sin embargo, te llena de un bienestar trascendente.
Tardes otoñales en las que el sol ilumina la escena y sientes crujir las hojas bajo tus pies, oyes corretear a las ardillas que recogen los frutos que golpean el suelo a tu alrededor y te preguntas si alguno caerá sobre tu cabeza, mientras disfrutas de un cucurucho de castañas asadas. Recoger esos frutos para decorar tu hogar, recolectar manzanas y comértelas directamente del árbol o saborearlas en tarta. Y, por supuesto, el espectáculo visual que acompaña cada paso de tu caminar otoñal. Los colores… ¡ay, los colores! Sin mentarlos los visualizo en estas palabras escritas, los veo en mi cabeza pues no hay nada que supere en esplendor el cromatismo otoñal, ese que pintores, músicos y escritores intentan captar cada uno a su manera, fracasando, casi siempre, sin piedad. La belleza de la naturaleza es insustituible y perfecta y, aunque Monet, Thoreau y Azorín hayan estado muy cerca, jamás podrá un humano reflejar la hermosura otoñal con todas sus sensaciones. 
Tópicos y nada más que tópicos nos quedan a los demás. Palabras manidas llenan mi Cuaderno de Otoño. Estoy segura de que si releo lo escrito se repetirá todo. Hojas, lumbre, colores, lluvia, castañas… expresiones exactas año tras año. Esta vez, al menos he evitado su «luz de oro». Mi amado otoño, regalándonos lo sublime y yo aquí, reiterando idénticas fórmulas en mis hojas, buscando cómo escribirlo diferente, de captar su plenitud e inconmensurabilidad y fallando de pleno. Tal vez ese sea el encanto del otoño, sentirlo eterno pero saber que lo percibirás como nuevo invariablemente, de manera intensa, y que siempre irá por delante de ti, que no podrás encontrar manera de replicarlo. Cada año un ejercicio nuevo, una nueva oportunidad pero, en realidad, siempre escribirás lo mismo. Siempre escribirás el otoño.