Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


Lo que no se ve en política

02/12/2020

Pablo Iglesias decía recientemente en el Congreso de los Diputados que la política “es el arte de lo que no se ve”. Seguramente el vicepresidente del Gobierno de la nación pretendía con ello evocar el trabajo callado y el esfuerzo inmedible que hay detrás de toda gran negociación y acuerdo, como la de los presupuestos generales del Estado, ese salvoconducto que ansiaba el tándem Pedro Sánchez y él mismo para seguir al frente del Ejecutivo hasta el final de legislatura. Les bastaría el próximo año con prorrogar los presupuestos que se van a aprobar gracias, precisamente, “a lo que no se ve”. Y no se ve, pero tampoco hace falta, para darnos cuenta perfectamente de que lo que hay entre bambalinas es una nueva cesión al nacionalismo vasco y catalán distraída ahora con fuegos de artificio mediante la llamada desarmonización fiscal y la pretendida subida general de impuestos a los ciudadanos de Madrid.

Lo que no ha dicho Pablo Iglesias, pero tampoco hace falta, es lo abyecto que puede resultar el ejercicio de la política cuando los acuerdos presupuestarios salen adelante con la mano de partidos que no han condenado siquiera el terrorismo o de organizaciones y colectivos filoetarras, que tanto da. El arte de la política tiene esas cosas, que sitúa a algunos en butacas aterciopeladas y en suelos de mármol, en los que, ya se sabe, es fácil un resbalón por semana y casi por día, incluso a costa de la memoria de los centenares de víctimas de la barbarie terrorista.

Frente a esa política de cuartos oscuros habrá que contraponer la que, en cambio, presidió la etapa constituyente que dio lugar al nacimiento de la democracia española. Muchos de los actuales dirigentes la han conocido solo por los libros de historia, pero sigue siendo el fiel reflejo del arte de la política bien hecha al servicio del conjunto de los ciudadanos. Porque lo que ahora se proyecta hacia la sociedad es un extraño compadreo que nos quita el sueño a muchos. Y eso sí que se ve, y descaradamente.