David Herrero Muñoz

El sacapuntas

David Herrero Muñoz


Sociología del sillón

09/10/2022

Con un curso político recién estrenado y marcado por el proceso electoral de mayo de 2023, me vienen a la mente todas aquellas asignaturas de sociología que estudié tanto en la carrera de Ciencias Políticas como en el Máster Oficial en Comunicación, Política, Sociedad y Cultura. Cada vez que leo o escucho lo que nos cuentan los políticos, de todos los partidos,  en entrevistas en prensa o televisión, o en sus comentarios, no siempre acertados, en esos nuevos canales de comunicación llamados redes sociales, que en ocasiones parecen armas cargadas por el mismísimo diablo, me pregunto si en los programas de estudios actuales no se debería introducir una materia que analice los comportamientos, las acciones, omisiones, relaciones, estrategias e incluso las puñaladas, entendidas estas en sentido metafórico, o no (entiéndanme la broma), que desarrollan los políticos que están ocupando un cargo, a ser posible remunerado, y quieren seguir estándolo y los  que no lo están, pero desean y harían lo que fuese, ético o no, por estarlo. 
 Si queremos dar respuesta a todas estas cuestiones, o aproximarnos a ella, nos tenemos que hacer una pregunta ¿qué mueve a la mayoría de los políticos? Si perfilamos a cada uno de ellos, podemos sacar conclusiones que nos pueden dar pistas interesantes para formular una respuesta. Es importante, entre otras cosas, fijarnos en los años que llevan ocupando cargos públicos, la formación, la experiencia antes de ocupar responsabilidades, las probabilidades que tienen de mantener su nivel de vida fuera del cargo…
 Por ejemplo, si una persona llega a la política siendo diplomático de carrera, profesor titular de una Universidad, no estará encadenado, sin opciones, a directrices contrarias a sus valores, ideales, lealtades, ya que no es lo mismo venir a la política colocado que con necesidad de ser colocado, lo que sin duda les hace más libres y les genera entre la ciudadanía unos niveles más elevados de credibilidad y confianza. 
 Quienes no tienen ese perfil, tienen más riesgo, o necesidad, de alterar sus convicciones, expandir sus tragaderas adaptándose a lo que le digan, lo que le manden, para como decía Alfonso Guerra, «seguir saliendo en la foto». Este tipo de políticos, camaleónicos, supervivientes, son los que difícilmente tengan miramientos a la hora de traicionar a quien hasta el momento habían considerado amigos, porque en política, no todos pueden hacer camaradas o afectos. Esto queda completamente vetado a quienes están sostenidos por unos pies de barro, o como en el cuento de Los tres cerditos, viven en una casa de paja, débil y precaria ante un mínimo soplido de viento.
 Siguiendo la línea argumental, quienes llegan a la política para satisfacer intereses ajenos a las necesidades y deseos de los ciudadanos, o no posicionando el interés general en un lugar prioritario, se enfrentan a unas peligrosas arenas movedizas en las que les tenderán la mano aquellos a los que les puedan resultar útiles, soltándola cuando dejen de serlo, o se crucen sus pretensiones, dejándoles hundirse, de igual modo que harían ellos. 
 El Estudio y análisis de esta maquiavélica manera de relacionarse con los líderes y compañeros del partido, los ciudadanos, los medios de comunicación, su comportamiento en la esfera pública, privada, sus conspiraciones, podrían ser perfectamente el contenido de una asignatura denominada, por ejemplo, 'Sociología del sillón'. Uno de sus objetivos sería entender mejor aspectos tan llamativos como el tan temido 'fuego amigo', una forma cada vez más utilizada, para que sean unas determinadas posaderas y no otras, las que se sienten en esos cómodos, ansiados y preciados muebles, eso sí, con cuidado, que al mínimo descuido te lo mueven y te caes al suelo de la realidad mileurista que creíste haber dejado atrás.
 Con esto no quiero decir, para ser justo, que no todos los que llegan a la política sin credenciales o con un incierto futuro fuera de ella no tienen vocación o buenas intenciones. También hay, entre estos, aunque sean menos frecuentes, personas que por diferentes motivos aterrizan en esta complicada dedicación, con intenciones que van mucho más allá de satisfacer su propio beneficio. 
 Una vez leído el artículo, es fácil responder a la pregunta formulada al principio de estas líneas ¿qué mueve a la mayoría de los políticos? Evidentemente, el sillón.