Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


Ancianos de 50 años

15/05/2021

Los aguilillas que llegaron hace un tiempo al Periodismo para cambiar su cara –y no precisamente a mejor– consideraron que más valía prisa que rigor. Que mejor ochenta que ocho. Son muchas las redacciones de nuestro país que tienen pantallas con volumen de visitas en tiempo real para ver las entradas noticiadas que funcionan, y las que no, en los medios. El sube y baja de las ediciones web. Algo que está muy bien teniendo en cuenta que lo que se lleva ahora no son los tractores amarillos, sino los clickbaits, término inglés que viene a ser aquello que hacen ciertas publicaciones que ponen el titular que les sale del bolo y ya nos cuentan lo que les parece, habitualmente algo que no tiene que ver con el gancho que nos hizo aterrizar allí. De manera que te pasas la vida en esa página con ganancias para ella y también para una empresa todopoderosa cuyo nombre vamos a omitir. En eso se ha transformado el Periodismo. En mercadeo de cuestiones teledirigidas al lector. Que para eso la tecnología ha evolucionado gracias a esos indicadores invisibles que a alguien se le ocurrió implementar, llamados cookies. Y va a ser eso: hay un monstruo de las galletas, esa multinacional que se ha hecho con el mercado publicitario mundial haya virado 180 grados (aunque haya quien no lo quiera ver). Sobre ella cada vez más gira el contexto internet, la realidad online, y para ella, de una manera u otra, hay millones y millones de pequeños creadores trabajando. Tal cual. Esta semana leí algo, en mitad de cortes toreros de coleta –notición que no dejó de aparecer en todos lados, que ha protagonizado columnas escritas, radiadas y televisadas y que pone de manifiesto el nivel (Maribel) de este nuestro país- y reproches de ida y vuelta. Hay que decir que esto último no cambia entre unos «dirigentes», los nuestros, que siguen empeñados en hacer el ridículo en un momento que requiere de gente con capacidad de acuerdos, pero sobre todo de contar con una mínima visión de futuro y no lo cortoplacista en que ellos mismos han convertido el contexto político actual. Su particular jueguecito les da de comer. Eso que leí, que me disperso, era un titular sobre «Ancianos de 50 a 59 años» para aludir a sus fechas de vacunación, según su comunidad autónoma de residencia. Un servidor no ha llegado aún a esa edad, pero no tardaremos, teniendo en cuenta la velocidad a la que va esto y que una vez que tienes hijos el tiempo parece acelerarse. El tiempo corre que se las pela. No he llegado, como digo a los 50, pero puedo solidarizarme con toda esa franja de edad que en España componen más de siete millones de personas. Los pobres han visto cómo, de la noche a la mañana, han pasado de ser casi jóvenes a convertirse en el foco de miles de ironías en internet. Ellos han respondido iracundos ante el agravio terminológico que apareció publicado en ese titular, visto en un diario digital. Ahora bien, los que han hecho chanzas hacia los baby boomers no se han dado cuenta de que ellos estarán en breve a las puertas de esa misma senectud figurada. Empezarán si cabe antes con aquellos topicazos, a modo de autoexcusa, que dicen que la edad está en la actitud, en el espíritu con que se afronta cada día. Porque si ahora los 50 son los nuevos 65, veremos que ocurrirá cuando llegue a esas edades la generación que no pisa la calle y vive pegada a una pantalla. Que no sabe casi de nada y cree saber de todo. Ya me entienden.