M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


La piel del agua en la casa de piedra

22/11/2022

No creo que se pueda encontrar nombre más hermoso para denominar a un objeto tan humilde y que ya está en desuso: La piel del agua. Y es que, al igual que nuestra piel suda el agua que nuestro cuerpo contiene, un botijo con agua también tiene un sudor, un sudor frío y helado. Definamos al botijo: Dícese de un utensilio de barro cocido que alberga al agua para calmar la sed y enfriar las gargantas cuando el calor del verano aprieta en los campos de siega y en las eras de trilla. Un agua esa, que refrescaba como si fuera enviada desde el subterráneo y profundo mundo de un pozo. Y la más hermosa colección de botijos que uno pueda imaginar -pues a la diversidad de formas y tamaños de los mismos botijos presentes, hay que sumar que cada uno de ellos está pintado con la seña de identidad pictórica de cada artista-, la podemos disfrutar dentro de los muros de arenisca que fueron alzados para ser recinto sagrado –y décadas atrás ominoso garaje de coches con surtidor de gasolina. Hoy, en este espacio recuperado para la cultura, tenemos un bello maridaje de elementos entre barro cocido, piedra secular y agua en ausencia.

El Almacén visitable del Museo Provincial de Ávila (iglesia de Santo Tomé el Viejo) es uno de esos museos que tenemos en la ciudad y que es desconocido para muchos abulenses. La colección arqueológica que contiene, nos da una excelente idea de la continuidad en el tiempo de las diversas culturas que se desarrollaron en este territorio que habitamos. Celtas vetones, romanos, visigodos, musulmanes y cristianos han dejado su impronta en esta provincia a lo largo de los dos últimos milenios, y en esta pequeña iglesia podemos hacernos una idea de las características de estas pretéritas culturas que aquí son presencia. Y, como tantas veces se ha dicho, conocer es amar, comprender y respetar. Si alguien necesita una demostración de cómo la historia se escribe con las aportaciones de culturas diferentes que se van superponiendo y alimentando unas de otras, se puede pasar por este Museo y empaparse de realidad, porque la historia son hechos y no fabulaciones.

Me es difícil imaginar que quien se tenga por abulense amante de su tierra y su cultura, no conozca, no haya visitado esta casa de piedra donde concentrada está su maravillosa historia. Nos asombra lo extraño y nos pasa inadvertido lo más cercano. La mirada ha de desacostumbrarse de su rutina, cerrar esos ojos que a veces nos pesan de agotamientos, costumbres y prejuicios, y volverlos a abrir con la curiosidad del que no sabe y se maravilla.

Ahora alberga temporalmente la exposición de botijos del folklorista segoviano Ismael Peña, del que su amigo Dalí dijo que "Es el cantante místico vertical más elevado de la tierra" y al que algunos recordamos como el alma de aquella mítica Banda del Mirlitón. Cuarenta botijos entre los que están los de nueve abulenses a los que nos ha invitado a colaborar aportando a su colección nuestra "piel de agua pintada". Esta colección de botijos, única en el mundo, constituye un paseo por el arte español de las últimas décadas y así, nos encontramos desde el surrealismo del ampurdano universal de bigote vertical, al expresionismo de Barjola, o la abstracción de Canogar; la figuración de Pérez Villalta, el pop art de Úrculo o el humor de Forges y Mingote. El único "pero" es que el botijo, al ser bulto redondo, se tendría que poder ver en toda su extensión, lo que no ha podido ser debido al espacio y su contenido permanente.

"Al atardecer iré / con mi cántaro azul al río, / para recoger la última / sombra del paisaje mío." Hermosa imagen la que Dulce María Loynaz recrea –cántaro o botijo, qué más da- y que ya forma parte de esa historia que nuestros ojos ya no verán por los campos, pero que pueden ver en este maravilloso Museo nuestro.