Pilar Álvarez

Lo social

Pilar Álvarez


La maldad humana...

13/04/2022

Todos sabemos que el ser humano se comporta en ocasiones con maldad, el caso es que los humanos tendemos a la maldad. Entonces, el problema radica en saber de dónde proviene ese mal, es decir, cuál es su origen. Si llegamos a conocerlo quizá podamos actuar en consecuencia y erradicarlo, al menos en parte, de nuestras vidas, porque toda maldad es perniciosa. La maldad humana, por desgracia, no es potestad exclusiva de una cultura, de una ideología, de una comunidad humana, de un continente  o de un fundamentalismo religioso, (ninguna confesión se libra de tal contaminación). No entiende de razas, sexo o estatus social. Hechos reprobables desde un punto visto, moral, ético, social, han acompañado regularmente a las sucesivas  «civilizaciones» a lo largo de la historia
Los relatos de comportamientos plagados de crueldad, carencia de escrúpulos, feroz egoísmo, afán de rapiña, y saqueo, enlodan la historia, aunque hipócritamente suelan disfrazarse de grandes epopeyas o actos civilizadores según el relator. «Y lo  peor es que los malos nos hacen dudar de las buenas acciones, que algunos desean realizar». Dado que la maldad es propia y nace en nuestro seno, hay que coartarla continuamente para evitar que se muestre y se le dé salida. Una de las soluciones para ello es el «compromiso social que debemos sentir», mediante el acuerdo impulsado por todos, en pos del beneficio común de la civilización. De esto se deriva que todo aquel que se sitúe fuera de una sociedad, en un «estado de naturaleza», al no reprimir tales impulsos representaría el más puro salvajismo.
Según esta visión es la sociedad en sí misma, o el contrato social, el que tendría que evitar una degeneración, que convierta en fuerza la corruptora desmoralizadora que pudiera sentir el hombre, habría por lo tanto que suponer que debido a las condiciones en las que el hombre se ha visto forzado a existir, es decir, en sociedad y en contacto con otros semejantes, podría haber perdido su bondad.
La deliberada masacre de Bucha, al norte de Kiev, ni es algo nuevo ni original. Simplemente es la última atrocidad conocida, en pleno siglo XXI, y en territorio europeo. Otro acto criminal, con carácter genocida,  que sensibiliza más si cabe por la proximidad espacial y temporal. Y porque pone en jaque la fragilidad de un espacio que tiene a gala hacer de los valores humanos su distintivo. Algo que por otro lado habría que someter a reflexión. El dolor de que esto sea posible aquí y ahora nos lleva a retrotraernos a ser juguetes de  mentes desquiciadas, pero en este caso con potencial termonuclear, nos hace pensar con dolor que la geopolítica y la geoestrategia se impone al humanismo. La brutal acción sin conciencia sigue su curso a la sinrazón, con los despiadados intereses que devoran la dignidad, y la vida de inocentes. Las imágenes de esta cruel y despiadada guerra nos hace pensar que la civilización no provoca la bondad, porque su contraria, la maldad, se ha puesto en la luz, donde solo se les obliga a seguir unos compromisos para mantener a aquella, la maldad, precisamente entre los hombres. Es la zona más oscura que acoge actitudes  maquiavélicas, ególatras, manipuladoras, siempre al amparo de la nefasta  convicción de que el fin justifica los medios. Todo en el marco de una desconexión moral que permite comportarse de manera amoral sin sentir remordimiento alguno. Psicopatía y sadismo proyectados  como el deseo de machacar física y sicológicamente a las víctimas, actos malévolos carentes de empatía, para lograr  dominio económico y sumisión, etc.