Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


Contar bien

08/06/2020

Qué duda cabe de que, cuando haya pasado el tiempo y se escriba la crónica de la pandemia en los libros de historia, el dato que destacará por encima de todos los demás será el del número de fallecidos como consecuencia del virus. No es que los demás no tengan interés, el de contagiados, el de curados, el de inmunizados, etc., etc.; lo tienen, como es evidente. Pero nada comparable al de los fallecidos. Con este dato se harán todo tipo de estadísticas, por género, edad, profesión, procedencia, clase social, etc., y el resultado será una panorámica impresionante de nuestra sociedad y de nuestro mundo. Cuando se estudien a fondo las causas de por qué aquí o allá las cifras fueron distintas descubriremos situaciones a las que habíamos dado poca importancia, y seguramente comprobaremos que la desigualdad, en tantas cosas y también en esto, es una de las características que más influencia ha tenido.

Pues si esto es así, deberíamos empezar por tener las cuentas claras, objetivas y no discutibles. Empezando por nuestro entorno más cercano, por nuestro país. No resulta fácil de entender que las diferencias de cifras sean tantas y tan elevadas. Estos últimos días hasta cinco se han ido cruzando: la Organización Mundial de la Salud, la Agencia europea de alarmas sanitarias, el Instituto Nacional de Estadística, el Instituto de Investigación Carlos III, más el habitual recuento del Ministerio de Sanidad, al que habría que añadir los datos territorializados que proporcionan las Comunidades Autónomas. Ninguna coincidía, ni en la cifra, ni en el método, ni en el criterio. En unos casos se tomaban los datos derivados de la inscripción de defunciones en el Registro Civil; en otros se hacía el cálculo comparando los fallecimientos del año pasado y los de éste en la misma época, en otros no se sabe si considerando el virus como causa directa, única o coadyuvante de otras patologías previas. En fin, que no tengo yo ni cualificación ni datos para sostener una opinión fundada. Pero es que las diferencias no son de unos pocos arriba o abajo, lo que ya sería preocupante tratándose de fallecidos; el tema es que las diferencias llegaban a ser de muchos miles entre unos cálculos y otros, más o menos de 20.000, lo que va de 28.000 a 48.000. Eso no puede ser; tiene que obedecer a alguna razón o será cuestión de método. Y eso es lo que hay que arreglar: saber cuántos y quiénes son para rendirles el prometido homenaje.