Francisco Javier Sancho Fermín

De bien en mejor

Francisco Javier Sancho Fermín


Rescatar el sentido de la vida

23/10/2020

Hace unos días, hablando con una gran amiga, reflexionábamos sobre la situación tan peculiar que estamos viviendo. Y no sólo en relación con la pandemia y todos los efectos colaterales que nos está provocando esta situación. También hablábamos de cómo conseguir sacar lo positivo de esta realidad, a pesar de los miedos, de la incertidumbre, de las contradicciones o del caos político y económico. 
Cualquiera podría identificarse con estos diálogos, porque –al fin y al cabo-, las conversaciones meteorológicas han ido dejando paso a este otro tipo de conversaciones. La gente está preocupada, hay un cierto estrés ambiental y emocional, donde las consecuencias son más profundas de lo que la realidad externa aparenta reflejar.
Y no es fácil pensar que de todo ello pudiera salir algo positivo. Es claro que el ser humano, por naturaleza, es un superviviente. Cuando miramos a la historia, la objetiva y real, ¡no la de esas memorias históricas manipuladas e ideologizadas!, descubrimos cómo la humanidad ha sido capaz de sobrevivir a tantas situaciones límites, tanto de catástrofes naturales como las provocadas por el egoísmo humano. Y de todo ello pareciera que, las generaciones cercanas a dichos acontecimientos, fueron capaces de aprender tantas cosas, dejándose guiar y orientar por las lecciones recibidas. 
Hoy se nos brinda esa posibilidad. Frente a lo inevitable intentar centrar la mirada en lo que verdaderamente es valioso, y transformar las dificultades en un reto, en un aprendizaje. Es algo que está aconteciendo, casi inconscientemente, en lo concreto de la vida de tantas personas. Las limitaciones, los miedos, las restricciones nos van llevando a darnos cuenta de lo verdaderamente valioso en nuestras vidas. O, dicho con otras palabras, nos está ayudando a volver la mirada a lo que da sentido a nuestra existencia.
Tantas cosas que considerábamos fundamentales para vivir hemos tenido que aparcarlas por el momento. Y, sin embargo, nos hemos reinventado para seguir viviendo e intentar disfrutar de la vida. Nos hemos dado cuenta que los otros, familiares y amigos, son lo más importante. Y que, aun cuando nos falte esto, una fuerza que nace desde dentro nos lleva a seguir intentando darle un valor a nuestra existencia. 
Nuestro tiempo y nuestros encuentros se han ido llenando de un valor y sentido más auténtico. Daría la sensación que no queremos andar perdiendo las horas en amargarnos la vida, en dejarnos dividir por posiciones ideológicas que solo buscan condicionarnos y aborregarnos. Los otros, en sí mismos y más allá de sus ideas u opiniones o su manera de ser, adquieren un valor preponderante. 
Quizás, esa aparente pasividad ciudadana no sea más que el fruto de un hastío o indiferencia, o de un “repensamiento” de lo que en verdad es importante y da sentido a la vida. Cierto que muchos quieren aprovechar esa actitud para sembrar discordias a través de la división y la mentira. Pero confío que esos sembradores de cizaña se encuentren un día con la gran sorpresa de que, aquello que consideraban como el terreno oportuno para sembrar sus intereses, no era más que el silencio reflexivo de quien ya no quiere ser zarandeado ni manipulado. Si esto fuera así en la mayoría, no cabe duda de que el fruto de esta noche pandémica traerá consigo consecuencias muy positivas para nuestra sociedad. La historia es una gran maestra que nos enseña que, de las peores crisis, han surgido las grandes transformaciones.