Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


¡Qué tal Siri!

23/10/2020

Hace unos días las redes sociales me recordaban momentos que la mente en sí, no puede olvidar. Pero te tele transportan por unos instantes a los lugares conquistados por ocio, trabajo o casualidad. Los recordatorios de Facebook no son más que una nota en la agenda para que no te olvides que sigues aquí, que hubo un tiempo en que se nos veía sonreír, sin mascarilla, aunque en los momentos que corren puedas pensar que «cualquier tiempo pasado fue mejor».
Y aquí mis redes sociales, me llevan al mes de octubre de hace tres años. Posiblemente no recordemos los partidos de fútbol jugados en esa fecha o sí hubo fichajes en el mercado de verano. Pero yo si recuerdo que hace tres años cientos de miles de rohingyas huyeron de la violencia y la persecución en Myanmar. Ya ves, parece que en la época covid, el antes-de-covid dejó de existir para centrar nuestras vidas solo en los momentos post covid y así tener un hito histórico diferenciador del siglo XXI.
Y en esta parte de la vida antes-de-covid, resulta que teníamos niños y niñas refugiadas, que junto a sus familias llegaron en busca de su pesebre en Cox’s Bazar (Bangladesh) para el inicio del que sería su nueva vida. La vida antes-del-covid allí no era fácil: lluvias del monzón, los ciclones recurrentes en la zona, terrenos poco consolidados, la deforestación en medio de la búsqueda de materia prima, para la construcción de las casas y hacerse un hueco en medio de la nada, escasez de recursos, falta de infraestructuras… es solo un suma y sigue. Sobrevivir sin covid era ya un reto para atletas nivel Pro. 
En la parte emocional la separación familiar, la construcción de nuevo hogar, la huida, el otro tipo de confinamiento en un país extraño y ajeno, tampoco deja indiferente.  Ser fuerte allí no es recomendable, sino factor imprescindible en el eslabón de la cadena de supervivencia. Sobrevivir tres años después es de una heroicidad que se escapa de los límites de mi mente. La valentía, la perseverancia y el miedo al mismo tiempo, puede ser el factor determinante entre estar vivo y sentirse con vida. 
Las consecuencias climáticas para la zona y el sufrimiento humanitario, es una bomba de relojería: un día más en la improvisada escuela, otro día más a recoger comida, otra sesión de ocio alternativo, otra charla vecinal. Un día tras otro, tres años después. La vida post-covid suponemos que no será mucho mejor. Hablar de confort y de calidad de vida a la vez que se enfrentan a nuevas dificultades provocadas por la pandemia no puede dejarnos indiferentes. Un día tras otro, tres años después. 
Las nuevas dificultades pasan por pequeñas instalaciones cerradas por la pandemia, colegios temporalmente sin niños y un futuro nuevamente confinado. La educación en casa depende muy mucho de cuantas personas en la familia sepan leer y escribir. Es la cara de la otra brecha, la no digital. Aquí hablamos de una brecha educativa que no tiene cómo factor predominante tener acceso a la tecnología y las conexiones 4G, sino que se caracteriza por haber tenido la oportunidad de aprender lo básico de la vida educativa: saber leer y escribir en tu propio idioma. Poder acceder a una educación mínima en casa, en las escuelas improvisadas o como quiera que pueda ser la modalidad, será la verdadera oportunidad para desarrollar en ellos un itinerario formativo, unas competencias personales que vayan más allá de la tolerancia a la frustración y conformismo.
Aquí practicamos el distanciamiento físico/social para prevenir el contagio del temido coronavirus. Cuando vives hacinado en el medio de la nada, parece de humor negro pensar que en los campos superpoblados del más allá, puedan establecer las barreras de distancia mínimas para evitar los contagios. Supongo que allí les tiene que parecer una broma cruel, que aquí no seamos capaces de cumplir las normas impuestas teniendo medios para ello, con buenas condiciones de acceso a agua limpia, saneamiento adecuado y la higiene mínima necesaria cada día. Un día tras otro, cuatro años después. 
Ahora que empiezan 365 días más como refugiados en Bangladesh, la petición de más esfuerzos para garantizar un retorno voluntario, seguro, digno y sostenible es una petición a los móviles de última generación. ¿Qué tal Siri? ¡Alexa por donde empezamos a arreglar el mundo hoy?