Emilio García

Desde el mirador

Emilio García


La batalla de las ideas

10/02/2023

O los intereses creados. Está claro que hay que dar la batalla ideológica; responder al relato establecido. La izquierda está plenamente imbuida del modelo agitador y la derecha se mantiene al margen de lo que le digan un día y otro también. ¿Cuánto van a esperar para iniciar la batalla de las ideas?
Pienso en lo sucedido con el asalto a las instituciones de Brasilia. Los mensaje elaborados por la izquierda española de apoyo a la democracia del país recién estrenado el mandato de Lula da Silva se muestran como garantistas de una democracia conscientemente demagógica, porque la propia ni la defienden.
Las ideas del «gobierno de la gente» se basan en infundir miedo hacia un posible acuerdo entre PP y Vox e insistir en que sus políticas –las del PSOE y Unidas Podemos– han confirmado la eficacia de una «política útil» para dignificar la vida de las personas. El discurso de siempre –son el «dique» de contención contra la derecha y ultraderecha–, palabras que pretenden ocultar los problemas que se viven en la calle, esa que no pisa el presidente, y que afectan tanto a la compra diaria como a los impuestos que debemos soportar la mayoría de los españoles para que unos pocos puedan seguir derrochando todo los días en actuaciones innecesarias.
La batalla de las ideas se libra con propuestas claras. Los que gobiernan demostrando la eficacia de las iniciativas llevadas a cabo y los candidatos con un programa sólido que permita entender qué es lo que proponen, qué buscan conseguir para España y qué va a suponer para nuestra vida diaria.
Pero el paisaje es triste, grisáceo y en el horizonte no hay visos de un día soleado. La precampaña ha empezado. España se va a ralentizar durante cuatro meses porque muchos personajes se juegan su futuro, pues les preocupa más su bolsillo que preparar un proyecto que despierte ilusión para España.
La batalla de las ideas no consiste en meterse con el vecino, sino mostrar el proyecto firme y serio y un compromiso para volver a poner a España en el lugar que le corresponde, tanto a nivel interior como en su proyección internacional. No se trata de volver a marear la perdiz y repetir hasta la extenuación un mensaje, ocultando un sinfín de improcedentes actuaciones gubernamentales que tienen como recompensa que la ley se vuelva en contra de quienes la han redactado. Se debe apuntalar un Estado social bien configurado en la Constitución y dejar a un lado los personalísimos intereses creados por un cargo que hace aguas y no encuentra el horizonte de gestión para el país que gobierna.
Pretender ocultar lo que a la vista de lo sucedido resulta imposible es algo que todavía no tienen asumido las organizaciones políticas, siempre a la gresca, siempre con el enfrentamiento barriobajero con el que pretenden influir en las personas quienes, por cierto, ya estamos cansados de escuchar y ver cómo está el patio nacional.
La resiliencia en estado puro. Esto es lo que consolida el discurso diario de los líderes políticos y de todos aquellos contertulios que les arropan. Dice la RAE en su primera acepción que resiliencia es la «capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos». Pues preguntémonos quien considera qué es un agente perturbador y cuántos estados o situaciones adversas encuentran los redactores de discursos recauchutados para que sus líderes se suban al atril y entretengan a sus afines.
Y llegados a este punto, me surge una pregunta: ¿Por qué la derecha, y basta con escuchar a quienes se proponen para ser la alternativa a Sánchez, lo único que hace es aceptar el canon establecido por la izquierda como dogma irresoluble? La batalla de las ideas debe argumentar posiciones críticas, revulsivas y, especialmente, combativas que aclaren si lo institucionalizado es realmente lo que interesa para España. Los dogmas impuestos por Europa y replicados desde el gobierno no tienen por qué ser la panacea; se supone, pues, que una alternativa debe ofrecer otras vías más adecuadas para el desarrollo del país que quieren gobernar. Mientras esto no suceda, resultará imposible comprender cuál es la batalla de las ideas que se suponen enfrenta los diversos modelos.