Nadie, al menos para ti. Porque todos somos nadie para los demás. Porque nadie puede decidir qué es o qué no es. Porque solo tú debes hacer eso. Tanto es así que ni tan siquiera puedes decir al otro lo que quieres para ti. Hoy, ahora, en los tiempos que corren hay un enorme problema. Digamos siempre desde mi punto subjetivo de vista, no vayas a pensar que quiero sentar cátedra. Existen diversos medios de difusión de la propia opinión. Creo que ya te hablé en otra ocasión sobre la pobreza lingüística a la que están llegando los medios de comunicación. Llevamos tiempo hablando y puede que me repita. No obstante, si ves que ya te lo he dicho escúchame en oblicuo. El asunto es que no todas las opiniones valen lo mismo (siempre añade «desde mi punto subjetivo de vista») y no es que diga que no se puedan expresar. Libertad ante todo. Pero por encima de la libertad debería estar el respeto. «Esta es mi opinión y es la que vale» viene legitimado además por el algoritmo maléfico que cual genio cartesiano nos hace aislarnos en Islas aisladas donde solo Wilson es nuestro compañero más fiel que opina igual que nosotros. Y si no es así, lo aniquilamos en forma de bloqueo o eliminación fulminante de mi espacio que es mío y se dice lo que yo quiero. Y así se erigen los fundamentalismos. Pero eso para otro día. Porque hoy quiero hablarte de mujeres. De féminas. De lo que se nos exige y de lo que nos autoexigimos. Te situo. Los Goya. Ya sabes que gusto de la alfombra azul. Disfruto con los vestidos, los trajes, las salidas de tono y los nervios que se respiran. Tres polémicas a reseñar. Están saliendo a la luz personas del mundo cinematográfico que se sienten de segunda e incluso de tercera. Y no hablo de los cortometrajistas, que también. Hablo de las y los que «venden» poco, tratados como sacos de arena que se usan para sostener una trinchera. Ana Fernández es quien ha destapado una verdad que se sabe pero no se dice porque suficiente tienes con que te inviten a la gala (que parece que es un honor y creo que es más un sopor). «Los losers entramos por la puerta de atras» y tratados como borregos y sintiéndose ridícula, añade en su red social. Sumamos las críticas al físico de las actrices. El tema de lo no normativo ha durado poco tiempo. Y aquí llegan las opiniones destructivas sobre la actriz Berta Vázquez por aumentar de peso. Y ahora el maquillaje. Sara Sálamo quiere reivindicar la cara lavada. Vamos, la ausencia de filtros. Y más dimes y diretes. Y por último y más importante, la grandiosa directora de cine que sin más ruido ni más polémica habla sobre su atuendo y falta de preocupación por el MaquiPelu: Isabel Coixet. «Hay gente que disfruta con el tuneo. Yo nunca lo he disfrutado». «Llevo una chaqueta de segunda mano para que no se nos olvide que lo importante no es la alfombra roja, la ropa, las marcas, el 'glamour', el maquillaje, la fanfarria: lo importante es lo que hacemos, lo que se proyecta en una pantalla».
«Lo demás. Al que le guste estupendo. Y al que no, no pasa nada», «no nos creemos obligaciones superfluas ni más presiones de las que hay. Relajémonos un poquito. O mucho».
Quiénes somos para opinar sobre los demás. Nadie. Disfrutemos. Y dejemos disfrutar.