Vicente García

El buitre de colores

Vicente García


Recordando Chernóbil Fukushima y contemplando el río Adaja

28/04/2022

Hace sólo un par de días se recordaba el accidente nuclear de Chernóbil (1986) que puso de manifiesto el enorme riesgo de mantener centrales nucleares en funcionamiento, demostrando que un accidente de este tipo no está limitado por fronteras y que la radiación se puede extender de un país a otro, incluso atravesando continentes enteros. Se estima que hubo más de 200.000 víctimas directas de la radiación, aunque en este tipo de accidentes los efectos se prolongan en el tiempo aumentando su número y haciendo incluso inhabitable para siempre la zona más directamente afectada.

Coincidiendo con este triste aniversario he visto en algún medio de comunicación que la central nuclear de Cofrentes ha sufrido estos días una nueva parada no programada, la tercera en menos de dos meses. Tampoco es de extrañar que tras cumplir su vida útil con un funcionamiento previsto para 25 años ya superados con creces, esté deteriorada y el día menos pensado puede darnos un susto "de muerte". A pesar del control existente en estos edificios está claro que son totalmente insuficientes ante eventos de este tipo, y más teniendo en cuenta que la población en general ni se entera de sucesos "menores" pero que ponen los pelos de punta a todo el que viva en el perímetro más cercano.

Por si esto fuera poco, a partir del año que viene Japón comenzará a verter al Pacífico más de un millón de toneladas de agua con isótopos radiactivos procedentes de la central nuclear de Fukushima, ante el estupor y la protesta de los países vecinos, organizaciones ecologistas y del sector pesquero del país. Una decisión drástica debido a que los enormes tanques que guardan el agua contaminada usada para enfriar los reactores están casi repletos. Hay que recordar que el accidente ocurrido allí hace 10 años fue considerado como el mayor del mundo después del de Chernóbil, donde miles de personas "desaparecieron" y muchos miles más no podrán volver nunca a su lugar de origen porque será imposible descontaminarlo y no sólo por los miles de millones que costaría, sino porque prácticamente es imposible dejar limpia una zona tras un accidente de estas características.

Mientras tanto algunos siguen afirmando que la nuclear es energía verde y ecológica; yo les animaría a que si piensan que es tan inocua pongan de adorno unos bidones radiactivos en su patio o jardín; eso sí, pintados de color de la esperanza porque será lo único verde que tengan…

Una vez más las energías renovables son el futuro, especialmente la solar en España, uno de los países europeos que cuenta con mayor grado de insolación y donde seríamos capaces de reducir la dependencia energética enormemente si se optara por facilitar mediante subvenciones directas su instalación en casas, edificios, naves y todo tipo de techados con orientación favorable.

Frente a este posible auto consumo, también los hay que desvarían o más bien "especulan" una vez más con la instalación de macrogranjas solares que ocupen grandes territorios y que gestionen las compañías de siempre para seguir cobrándonos lo que les de la gana. Nada tiene que ver el auto consumo particular con la instalación especulativa vestida una vez más de color hierba, que en el caso de grandes extensiones puede poner en peligro espacios valiosos. Y ahora con el invento de colocarlas en los embalses, "vaya usted a saber", porque deben ser realizadas concienzudamente y de manera exquisita respetando el entorno y los ecosistemas, y no llenando todo de líneas eléctricas aéreas para llevar la electricidad a la central más cercana. Energía solar sí; por supuesto, pero siempre mucho mejor en tejados individuales con gestión casi particular, que en manos de las grandes compañías que presionarán por todos los medios para que "lo pequeño y lo que es realmente ecológico" no prospere.

¿Recuerda el lector eso de las puertas giratorias?.

Para olvidar tanta matraca y fundirme un poco con lo realmente ecológico he salido a dar una vuelta por el Adaja aguas arriba, en el Amblés, cada vez con más plástico en la superficie, y observando el fluir del caudal ahora abundante por las últimas lluvias, pude contemplar, ¡oh, maravilla!, cómo en tan solo unos metros, en las aguas someras, garcillas bueyeras, cigüeñuelas, azulones y un grupo de siete espátulas viajeras que estarían de paso, compartían territorio acuático en total armonía. Qué rabia me da que las administraciones no se propongan cuidar nuestro río como se merece; y no hablo de cortar vegetación y "adecuar" caminos, sino de una protección real, no sólo de foto y postureo. :-(