Pablo Casillas

El Corrillo

Pablo Casillas


De rodillas

05/02/2023

Sepan los lectores que formo parte de una generación, quizás en gran parte en extinción, en la que nuestros progenitores nos transmitieron que uno de los valores más importantes de las personas,  particularmente, las más humildes, es el tener «amor propio». 
«Hijo, ten respeto a todo el mundo, pero tú no eres menos que cualquier otra persona». Ese es el amor propio que nos transmitieron nuestros padres: ser igual a los demás, con independencia de la posición social que ocupes. 
Eso nos ha permitido tirar para adelante, llegar en ocasiones muy lejos, más de lo que era previsible, cuando resultaba que en nuestra época el Poder era Dictatorial y había muchos «señoritos» que miraban a la gente por encima del hombro, y les humillaban. No pocos de esos «señoritos» siguen existiendo hoy en día, si bien con otras formas y ropajes, y la mayor parte de ellos están en el Gobierno y en los demás Poderes Públicos.
Al educar a nuestros hijos, algunos hemos intentado inculcarles ese mismo espíritu de amor propio que nos enseñaron nuestros progenitores, con la confianza de que en base a esos principios sabrían defenderse en su vida de aquellos que quisieran humillarles, que trataran de que hincaran la rodilla, rendir la cerviz, por tener una mejor posición económica, social o política, en definitiva, por ostentar poder.
Sin duda, las personas que hemos sido educados de esa forma no nos rendimos fácilmente, ni damos pleitesía a nadie. Reconocemos al que vale, porque lo haya acreditado, pero no por su simple posición.
En la actualidad, percibo que una inmensa mayoría de la ciudadanía carece de amor propio, y por ello están silentes y sumisos ante lo que está ocurriendo.
No creo que si, realmente, hubiera amor propio se estaría consintiendo la humillación que este Gobierno nos está haciendo como personas y como Pueblo.
Permitir, como se está permitiendo –sin que haya existido un clamor popular–, un cambio legislativo ex profeso para exculpar a delincuentes que han atentado contra el Estado, contra nuestra Constitución, contra nuestra Democracia, dejando vacía de contenido la Ley para que lo vuelvan a hacer, lo que así se han jactado públicamente realizarán en breve, para escarnio de todos, permitir, así mismo, que los asesinos etarras gocen de privilegios penitenciarios y se rían de las víctimas, como si tal cosa, cual si ETA fuera una ONG humanitaria, evidencia que carecemos de principios, de espíritu, de amor propio. 
Al aceptar sin rechistar lo que están haciendo el Gobierno y el Poder Legislativo de su cuerda, hemos venido a reconocer que no tenemos la dignidad necesaria para llamarnos ciudadanos libres e iguales. 
Golpistas catalanes, filoetarras vascos, con la participación imprescindible del Gobierno y de las Cortes Generales, han rendido a todo un Pueblo.
¿Qué nos puede quedar en el futuro si carecemos de amor propio para defender nuestro derecho a ser iguales y libres, ante los que nos han extorsionado y seguirán haciéndolo imponiéndonos la exoneración de sus delitos y humillándonos de haberlo llevado a cabo y de que lo volverán a hacer cuando les plazca, porque tal será el resultado?
¿Qué ánimo y legitimidad nos puede quedar como ciudadanos de una histórica Nación si nos hemos hincado de rodillas, sumisos? 
¿Cómo nos podremos presentar ante el Mundo como un Estado Democrático si nuestro Gobierno y nuestras Cortes Generales han deslegitimado y vilipendian de forma constante y continua a nuestros Tribunales, a los Jueces y Magistrados que les integran?
¿Cómo podremos sentirnos seguros como Nación cuando el Tribunal que ha de aplicar la Constitución y lo que en ella se ampara está conformado por miembros introducidos ad hoc que no dudarán en burlarla?  
Sé que lo que aquí escribo quizás no cale en toda la gente que lea el artículo, porque tengo que aceptar que es probable que bastantes puedan desconocer de lo que hablo ya que carecerán del amor propio que necesita toda persona que se precie, así como todo un Pueblo en su conjunto, para hacer frente a la adversidad, a los que quieran cercenarles sus derechos y libertadas, que no sepan lo que es el derecho y la obligación que tenemos para levantarnos democráticamente ante la injusticia, ante la humillación que pretenden imponernos aquellos que nos Gobiernan. 
Pero para los que sí sepan de lo que hablo, que tengan ese amor propio que les hayan transmitido sus progenitores, como ciudadanos y como integrantes de éste Gran Pueblo que es España, les animo a que sean reivindicativos y no dejen pasar la oportunidad de hacer que lo que está sucediendo cambie a la mayor brevedad posible. Por supuesto, les invito a que no rindan nunca la cerviz, que no se pongan de rodillas, ante nadie.