David Ferrer

Club Diógenes

David Ferrer


Un buen año

09/02/2021

Una de las canciones más deprimentes de Frank Sinatra se titula It was a very good year. Aunque es célebre, si acaso no la recuerdan, pueden buscarla en cualquiera de las plataformas de música en streaming. Es un ejercicio relamido de nostalgia equivalente a aquella falacia que decía que cualquier tiempo pasado fue mejor.  Como el bueno de Frank Sinatra era capaz de una cosa y la contraria, poco le duró la amargura de esta canción y se despachó poco tiempo después con un The Best is yet to Come (Lo mejor está aún por llegar). Si la nostalgia aprieta y nos atenazan los hierros del pasado, cambie pronto a la segunda canción. Su estado de ánimo lo agradecerá. Para hundirnos ya tenemos a Simón, a la corte de ministros, consejeros y asesores, a los telediarios y a sus cifras y a la madre que los trajo a todos juntos.
Llevamos un año hablando de lo que se viene encima, de lo que nos ocurre, de lo que vendrá. De si podremos hacer esto o lo otro. Las frases condicionales son parte de nuestro lenguaje cotidiano. Si pudiera, yo lo haría. Si me lo permitieran, no lo dudaría. El tiempo ya no es una colorida pista sobre la que deslizarnos pues se ha convertido en un cliché, una sucesión de frases fáciles. Ni siquiera ya estamos seguros de que podamos utilizar con libertad los tiempos futuros. La rotundidad de un iré, visitaré, de un viajaré se ha desvanecido como quien se emociona por comprar acciones de una fábrica de relojes de cuco. Así que, como en esa canción depre de Sinatra, vivimos en una caverna platónica donde una y otra vez nos envuelven los oropeles del pasado. Como mis dotes adivinatorias han sido siempre nulas, por suerte, ni tengo credenciales de pitonisa, he repasado mis últimos artículos de la sección Club Diógenes de este periódico en los meses de febrero y de marzo. En el que publiqué el 10 de marzo, todavía me atreví a usar el futuro para recomendar a los lectores la asistencia a una conferencia que, por supuesto, ya no tuvo lugar. En otro texto anterior me afané en dar un repaso a los nuevos viajeros hipster, que se mueven (se movían) con desparpajo de una punta a otra del globo. Así que, oh viajeros, oh andarines por el mundo, ciudadanos del planeta, usuarios de aerolíneas baratas y vuelos de horas intempestivas, yo también os compadezco, yo también soy vuestro hermano huérfano. 
A la espera de que nos pinchen y nos introduzcan el líquido salvífico y protector, no queda otra cosa que rememorar los viajes del pasado. Y yo que he sido ajeno siempre a la parafernalia reiterativa de la nostalgia, me dan ganas de cantar como en esa pesada canción de Sinatra, que sí, que fueron muy buenos años. Que no me arrepiento en absoluto de lo que hice aunque ahora me quejo mucho más de lo que hacen con nosotros entre medidas rocambolescas, erráticas y contradictorias. Y como la nostalgia no debe durar más de diez minutos, que es el tiempo de cocción perfecto, voy a dejar constancia aquí de que lo mejor está aún por venir. The Best is yet to Come. Que nadie nos quite lo bailado. Y que ya tenemos el cuerpo, el pasaporte y las maletas preparadas para el baile.