Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Mujercitas

15/01/2021

Creo que la última vez que fui al cine en 2020 fue a ver la película de Van Gogh. Toda una vida desde aquella tarde de febrero. En la era post COVID añoro el cine, el olor a palomitas, el silencio, el apagar el móvil mientras disfrutas de una buena imagen, una banda sonora, una música que te eleva a la paz interior, un momento compartido con las personas que una tarde de invierno planean una sesión de cine, charla y buena compañía.
De aquellas últimas veces de la anterior rutina, que me acerqué a la gran pantalla, creo que fue para recrearme con Mujercitas, con mis mujercitas de carne y hueso. Ni imaginar tras aquella tarde de invierno que la vida y nuestro disfrute del séptimo arte se iba a detener, como la eterna sonrisa Beth en la mítica historia de los años 60.
Muchas han sido las versiones en cines, teatros, dibujos animados en la pequeña pantalla e incluso musicales. Lloramos y leímos el libro mis hermanas y yo cuando éramos pequeñas. Supongo que nos lo regalarían los incansables lectores de la familia: mi madre y mi abuelo. Julian, hoy hace veinte años de su ausencia física entre nosotras, jamás dejó de viajar entre los libros e invitó a sus nietas a cultivar esa esencia de vivir en mil vidas y soñar en cientos de mundos diferentes.
Recordando las historias de la familia March, no puedo dejar de volar a la ternura y la sencillez: a las continuas entradas y salidas de casa para jugar, a no tener hora de volver a casa, a vivir confinadas en el invierno solo por decisión propia y no por necesidad. El valor vecinal, cuando mis vecinos dicen que tu mejor hermano es siempre tu vecino y la importancia de la honestidad y la autenticidad, principios con precios al alza en los tiempos que corren.
En cualquier caso, aquellas afortunadas personas que pueden estar al calor del hogar viendo los espectaculares paisajes que nos deja el invierno, la nieve y las bajas temperaturas, pueden ver esta película de atardeceres nevados y vidas pasadas en otra época, que ahora nos parece fue mejor. Estos primeros días del año, nos están ofreciendo una buena dosis de nieve y frío que nos encanta y que acompañamos con nuestro refranero popular: «año de nieves, año de bienes». Los días nuevamente gélidos y soleados han dado una tregua a la tristeza de la navidad pasada, aunque nos recuerda que esta película tiene segunda parte o quizá más.
Es cierto que ahora tenemos a Filomena, que parece todo sacado de un documental o de una película de ciencia ficción de las que no suelo ver, donde terribles robots o asteroides destruyen el planeta. Puede ser porque visto lo visto lo siguiente es dormir en un sarcófago con comida por si nos atacan los zombis entre la noche y que dentro de unos años lo vean nuestros nietos con un título similar a Las aventuras humanoides para sobrevivir durante el 2021.
La llegada de Filomena vuelve a poner en la palestra la fragilidad de nuestra existencia, lo efímero de los momentos, la necesidad de trabajo en equipo, de equilibrio, de momentos de charlas y de toma de decisiones conscientes y consecuentes. Que nieve en invierno, en realidad no debe ser una anomalía, al igual que no es significante que en Sevilla alcancen los 40 grados en pleno agosto. Lo cierto es que nos ha cambiado tanto el clima que ya no tenemos costumbre de la nieve, de la lluvia silenciosa, del otoño con caída de hojas progresivas y la explosión de la primavera. El cambio climático hace las suyas y aunque nos creamos que es solo una invención de hippies, lo tenemos más encima de lo que creemos. Quizá esa será la siguiente pandemia, espero que nadie nos diga que nos pilló desprevenidos, porque al igual que la nieve, los anuncios son continuos, frecuentes y la naturaleza ya nos lanza sus cuñas publicitarias desde hace mucho tiempo.
Que el invierno no nos deje helados a pesar de la que cae. Que la vida no pase indiferente, que la frialdad de unos, no sea sinónimo de estilo de vida para otros. Que la vida, al fin y al cabo, sea motivo suficiente para alumbrar con fuego cálido a las personas que nos rodean. Puede ser que no aprendamos por muchas veces que caemos, puede ser que todo nos pille por sorpresa, pero espero que nada de lo sucedido nos deje indiferentes porque, aunque este fin de semana sea tarde de manta y sofá, puede ser que Filomena lo que nos esté diciendo, es que no lo hagamos por la nieve sino por las personas que quieres y que sí merecen un cálido abrazo cuando todo pase. Como dice la canción, que el fin del mundo nos pille cantando.