Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


Las intrigas palaciegas son de otra época

20/05/2023

La asignatura Intrigas palaciegas, que no se imparte en Ciencias Políticas, pero sí es una optativa de obligado cumplimiento en los catch-all-parties desde la primera práctica, está a la orden del día en estas fervorosas semanas. Eso, en el ámbito de unos partidos -todos- que viven en sus mundos y siguen dando la espalda a la ciudadanía. Es subirse al caballo de la política, y uno deja de ver lo que pasa en el suelo. El resto de los mortales asistimos con cierto desasosiego y sonrojo al acontecer de estos días en los que las vergüenzas quedan aparcadas bajo las faldillas, junto al brasero. Y si arrimas mucho los flecos, acaba oliendo a chamusquina. Tal vez antes no fuera tan palpable lo demasiado que algunos se exponen, pero ahora resulta evidente y, como digo, ciertamente poco edificante y preocupante en algunos casos. Las redes sociales sí obran algún que otro milagro, pero la realidad es que pocas veces son buenas aliadas para ciertos perfiles de personas. Vemos con ojos como platos, los pocos que ya prestamos atención al invento, el trasiego de esta campaña electoral, porque gente a la que uno tiene por razonable, sensata y atemperada, se desmelena de tal manera que resulta evidente que se juegan mucho más que las lentejas el 28 de mayo. Palabras mayores. Hay muchos nervios. Estamos de oferta. En la mid-season. Y como en Hollywood suenan campanas de huelga entre los guionistas, alguno piensa que ésta es la suya. Y allá que se han lanzado como unos Spielberg del discurso representativo. Casi siempre, segundos espadas, que, como están en puestos intermedios, no tienen ya uñas que comer.
Y, puede ser… puede ser que más de uno se la juegue de verdad, porque la experiencia dice que en ciertos partidos políticos eso del si te he visto no me acuerdo, está a la orden del día, como también lo está lo de descuidar a los mejores. No me gustaría estar en el pellejo de alguno, al que no se conoce más oficio y beneficio que el de defender unos colores. La tensión irá en aumento y muchos de esos que decidieron jugar a sentir el traje del emperador, ya habrán recorrido todas las bolitas del rosario, para rezar aunque no sean de misa diaria.
Soy de los que piensan que hace quince años aparecer en los papeles te sentenciaba, ahora… ahora da igual. Se miente impunemente, sin escarnio alguno. Algunos medios tampoco es que ayuden demasiado, más bien al contrario. Hay quien se vanagloria de decir la sandez más intempestiva, porque, en cierta manera, la memoria decisoria que atesoramos es de risa. Vivimos surfeando el clic, en una espera máxima de tres segundos, y si no, me voy a otra web. Así somos. Y así vamos moldeando nuestro cerebro. Cada día más cerca de la tontuna. Por no decir, enfilando desfiladeros peligrosos. 
Está siendo ésta una singular campaña, de descoque absoluto, en la que podemos encontrar a políticos que prometen ser serios al fondo del zoco, o regateando unas entradas para el cine para los abuelos. Te prometen la luna o te aseguran que te podrán una casa, como aquellos señores de copa y puro en el despacho, que presumían hace no tanto de tener a la mujer en casa mientras ellos sacaban a pasear la lombriz. Pero la realidad es que casi siempre, cada anuncio tiene letra pequeña. Como no es mío, prometo hasta que meto.
Mientras tanto, todos miramos a otro lado, pero llegará ese momento, temido porque ya asomó la patita hace poco más de una década, cuando casi nos visten de negro para los restos, como el vaho que dejan las tormentas. Aterrizaremos y la cosa se pondrá seria. Ni una broma, aunque haya quien, mientras tanto, considere que es simpático llenar todo de titulares de saldo, como si viviéramos en un mercado persa. 
El respeto al adversario debería ir secundado de un respeto hacia la ciudadanía, a la que no se puede tratar como si fuera imbécil, iletrada o ilusa, en porcentajes parejos. Pero, como siempre decimos, tenemos lo que nos merecemos. Ahora bien, el día 28 hay una oportunidad que se repite sólo cada cuatro años y, como vivimos en sociedad, pensemos en lo mejor para todos –no concretamente en esos que tienen más cara que espalda (aquí dejo a su libre elección que elija quiénes son esos)– y depositemos la papeleta que pueda solventar los problemas de nuestro entorno. En concreto, en Ávila, parece más necesario que nunca. Ya me entienden.