José Guillermo Buenadicha Sánchez

De la rabia y de la idea

José Guillermo Buenadicha Sánchez


La nueva huella

19/02/2021

A la hora de escribir estas líneas no sé si el rover —maravillosa palabra, vagabundo— «Perseverance» de la NASA habrá amartizado con éxito ayer jueves por la noche, habiéndose enfrentado a los siete minutos del terror que supone frenar en la tenue atmósfera tras llegar a más de 20 000 km/h a nuestro vecino planeta. No será el primero, los soviéticos ya posaron una sonda en los setenta, así como los americanos, que han tenido robots en su superficie desde hace más de dos décadas. Los chinos esperan uno en mayo. Y se unirá en el 2023 el vehículo «Rosalind Franklin» de la misión Exomars-2022 de la Agencia Espacial Europea, ESA.
El 11 de febrero fue el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia bajo el lema #NoMoreMatildas, «no más Matildas», exigiendo no ocultar ni ignorar los méritos y logros femeninos. El nombre de la misión europea no es casual; al igual que la americana se centrará en la astrobiología marciana y la búsqueda de trazas de vida pretérita. Y Rosalind Franklin fue una de las descubridoras del ADN, molécula de la vida, gracias a lo cual existen vacunas contra la Covid hoy. No fue visibilizada en su momento; el Nobel recayó tras su muerte en otros que utilizaron su trabajo y quedaron como padres de la doble hélice. Una «Matilda», como Jocelyn Bell, Vera Rubin o tantas otras que resurgen hoy con todo derecho.
Pero volvamos a Marte: solo una de cada siete personas en el mundo recuerdan a Armstrong pronunciando «un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad». Casi 52 años: hay que frisar los 60 para haber visto en alguna de las escasas televisiones o en las portadas de los diarios al día siguiente cómo un ser humano pisaba algo distinto a la azul bolita en la que estamos atrapados. Y apenas tres años después, volvimos a enclaustrarnos. Cual si tras los cuatro viajes de Colón a América nadie cogiese un barco para cruzar el Atlántico en cincuenta años. La carrera espacial ganada no justificaba el coste del programa, por lo que se ve.
Marte ejerce una fascinación mayor incluso que la Luna. A las misiones de la extinta —imposible evitar el apelativo, lo siento— URSS y la NASA, continuas desde los setenta, se unieron intentos fallidos japoneses, orbitadores de la ESA (Mars Express, TGO), naves de la India y ahora de los Emiratos Árabes y China. Toda una flotilla escrutando el planeta, completada por los vagabundos errantes en su superficie, esperando al ser humano. Desde hace ya tiempo se están probando sistemas de lanzamiento que permitan llegar, aterrizar y volver. Es fascinante —y morboso— seguir cada prueba del Starship, el cohete desarrollado por la empresa Space-X, plateado remedo del de Tintín sin cuadros rojos y blancos. Cada vuelo es una explosión a cual más espectacular, pero también un paso más en el camino inexorable.
La ESA inicia de nuevo a finales de marzo, tras 11 años, un proceso de selección para nuevos astronautas. Quién sabe si entre los aspirantes no estará la primera persona de nuestro viejo continente en pisar suelo marciano. ¿Y saben qué, estimados tres lectores? Que tengo pleno convencimiento de que la nueva huella fuera de nuestro planeta tendrá nombre femenino. Por méritos propios. #NoMoreMatildas.