Editorial

El 112, un servicio ejemplar que debemos mantener entre todos

Diario de Ávila
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El 112 es un ejemplo perfecto de cómo la potencialidad bien gestionada de lo público es una base fundamental del estado de bienestar

Desde su puesta en marcha, hace ya veinte años, el teléfono de atención de emergencias 112 se ha convertido, de forma progresiva pero con una capacidad de consolidación tan asombrosa como efectiva, en un referente de lo que significa la seguridad personal y colectiva para todos sin excepción, de la mano de un amplio grupo de profesionales de varios sectores –sanidad y seguridad pública, fundamentalmente– que se coordinan perfectamente y con rapidez para ayudar a quien lo necesita y minimizar riesgos en tiempo récord, porque a veces los minutos, incluso los segundos, cuentan mucho.

Durante estas dos décadas, un tiempo en el que se ha hecho tan 'nuestro' que a veces da la impresión de que lo hemos tenido siempre, el 112 ha atendido en la provincia de Ávila 1,7 millones de llamadas y ha gestionado 275.000 incidentes –13.750 al año, 1.145 al mes, 38 de media al día–, muchos por fortuna de poca importancia pero otros muchos problema sanitarios, rescates, agresiones o averías que sin su concurso seguramente hubiesen sido o más difíciles de resolver o hubiesen tenido consecuencias más graves. 

Por esos 'méritos' y por bastantes más que más o menos todos conocemos porque nos han afectado de una manera u otra, el 112 es un ejemplo perfecto de cómo la potencialidad bien gestionada de lo público es una base fundamental del estado de bienestar, ese que a veces corremos el riesgo de creer que se mantiene fácilmente y sin necesidad de estar cuidando constantemente de él.

Pero, sin caer en alarmismos, hay que tener siempre muy presente que todos los derechos y servicios públicos que hemos consolidado en las últimas décadas, muchos de ellos impensables no mucho tiempo antes, no son en absoluto gratuitos, no se sostienen con la facilidad que erróneamente a veces suponemos. Nacieron fruto de un notable esfuerzo económico y organizativo, que exige no solamente el trabajo coordinado de muchos profesionales sino también de un presupuesto público que se mantiene solamente si todos contribuimos a ello, y ese esfuerzo, aunque esté engrasado por la dinámica del día a día, hay que sostenerlo.

Los pícaros, un poco, y los defraudadores a media y gran escala, un mucho, son en realidad estafadores no solamente para las haciendas públicas sino también para sus vecinos, porque todo lo que ellos hurtan al común acaba redundando en menos fondos para que funcionen como todos deseamos (también esos egoístas) colegios, hospitales, carreteras, la limpieza viaria… y ese servicio protagonista hoy de este editorial que es el 112.

Enhorabuena a quienes lo pusieron en marcha y a quienes, no hay que olvidar nunca que con no poco esfuerzo, lo han querido y sabido mantener. Su funcionamiento en primera instancia depende de unos pocos 'servidores públicos', pero en última instancia depende de todos.

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