M. Rafael Sánchez

La mirada escrita

M. Rafael Sánchez


Tres culturas

12/06/2022

Hace unos días se hizo público que el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2022 se otorgaba al dramaturgo madrileño de raíces abulenses Juan Mayorga. En el último número de la excelente revista literaria El Cobaya se publica un estudio sobre este autor y se incluye su obra inédita Voltaire. La trama comienza con la historia de los tres anillos –que Bocaccio y Lessing ya habían usado, pero que se basa en una historia anterior hispano judía– y que vienen a representar las tres religiones monoteístas más extendidas. Estas tres religiones –judaísmo, cristianismo e Islam– basan su creencia en el Libro, esto es, en el Antiguo Testamento. Tres religiones hermanas cuya historia está escrita con recelos, enfrentamientos y sangre. Un libro, tres religiones, tres culturas. Y en la obra, tres anillos idénticos y tres hermanos que reciben del padre cada uno su anillo, pero del que cada cual cree que el suyo es el original, el auténtico y que los otros dos son copias.
Desde hace tiempo Toledo es conocida como la ciudad de las tres culturas, pues durante siglos vivieron en ella gentes de las tres religiones. Pero para no provocar falsas ideas, hay que decir que en realidad más que convivir, tuvieron una vecindad convenida. Con el tiempo, otras ciudades como Córdoba, Alcalá de Henares o Ávila, también han reclamado para sí tal denominación. Pero en el caso de nuestra ciudad, puede que haya una cierta dosis de deshonestidad en ello. Sirva como ejemplo lo sucedido con los antiguos cementerios musulmán y judío. 
Finalizaba el siglo pasado cuando fue descubierta la Maqbara islámica entre El Teso y el río Adaja. Muchos recordarán las tensiones que hubo en la defensa de la pervivencia y adecuación –al menos en parte– del mayor cementerio islámico nunca encontrado en Castilla y León. Pero la nula voluntad del Ayuntamiento de entonces impidió la conservación de un elemento que hubiera supuesto un ejemplo de respeto integrador y una fuente de riqueza cultural, educativa y turística. Desde luego que en nuestra ciudad hemos padecido ayuntamientos que han sido los mayores causantes de pérdida patrimonial. 
Cuando años después fueron descubiertos, junto a la pared trasera del Monasterio de la Encarnación, unas pocas estructuras funerarias de origen judío, muy dignamente se realizó una intervención con losas y estelas no originales para evocar un pequeño cementerio llamado Jardín de Sefarad. Algo del todo plausible, aunque sea una falsificación.
Los terrenos del cementerio islámico fueron edificados y no hay un solo signo –salvo el minarete acristalado y rematado en kufi del primer chalet del cruce entre la calle de Abdalá el Rico y la carretera de Burgohondo y que evoca a esa cultura– de que allí existiera durante siglos un cementerio de tamaña importancia. Y en la rotonda donde comenzaba el cementerio se colocó un zoomorfo de piedra que bien podría ser algún día sustituido por una estela o elemento recordatorio de lo que allí históricamente existió. 
En esta semana se presentó el libro Mezquitas y cementerios islámicos en la Castilla Medieval del Duero, en el que han participado los investigadores Serafín de Tapia y Javier Jiménez Gadea aportando sustanciosas novedades al conocimiento de la presencia musulmana en nuestra ciudad durante el Medievo, algo que siempre redundará en el respeto hacia una cultura que tanto aportó a este territorio, pues no hay cultura inmaculada que no tenga en su seno el aporte de otras muchas. Y la obra de Mayorga, en su tramo final, bien expresa que «Aquel padre no quiso distinguir a uno de sus hijos frente a los otros. No quiso en su familia la tiranía del anillo único.»