Pilar Iglesias

Pilar y sus cosas

Pilar Iglesias


Mundo. Líquido. Y la familia

06/06/2022

Estoy preocupada. Sé que el mundo está yendo más deprisa de lo que mi cabeza y mi cuerpo me permiten procesar. No sé qué está sucediendo. Aunque lo que está claro es que la culpa de que no me salga bien la tortilla de patata también va a ser de las redes sociales. Ya no son nuevas tecnologías. Ya son tecnologías a secas. Pocos son los que resisten y ya hasta los bohemios o los más rebeldes han sucumbido. Todo se googlea. Las discusiones se zanjan rápido. Que las practicas de enseñanza-aprendizaje deben cambiar es algo que llevo advirtiendo desde hace mucho tiempo. Pero ahora ese no es el asunto. El asunto es qué está sucediendo en este país y en este mundo para que haya tanta violencia. Masacres y violaciones. Ira y miedo. Algoritmos que reconducen mi conducta para decirme qué pensar. Y el botón aleatorio en Netflix, el peor invento junto con el de omitir introducción. Y la culpa no es del algoritmo, ni de los pobres matemáticos que, amantes de los números, implementan modelos de decisión y recaban datos para saber cuándo venderte el bikini o el pantalón de esquí. No soy persona de buscar culpables, dicho sea de paso. Soy más de buscar causas. Prever las consecuencias y calcular las probabilidades de evitación de los peores resultados.

Intentaba comprender con mis chicos qué está sucediendo con las violaciones de menores. Más allá del efecto llamada que yo no voy a comentar, los padres han pasado de preocuparse por el botellón y los videojuegos a controlar las redes de sus hijos. Redes que en la mayoría de los casos no saben usar. Ni ellos ni aquellos. La base de la sociedad se encuentra en la educación. Si los cimientos son buenos el edificio será duradero. Un símil que nunca pasará de moda. Pero los cimientos ahora se están construyendo sobre líquido. Nada permanece. Todo fluye. Y Heráclito es de los buenos para mí. Junto con el pensamiento budista. Solo que ahora el cambio es vertiginoso y la mutación es la ley y no la excepción.

Las relaciones personales, e incluso íntimas, comienzan por una imagen. Por una imagen que deslizas hacia uno u otro lado, como cuando estoy buscando un vestido que me guste y voy pasando perchas y diciendo no, no, no. Aunque ahora también se compra por la web y se desliza la pantalla líquida para ver modelos esqueléticos y un asterisco que dice *también disponible en plus. ¿Podríamos dejar de diferenciar? Otro café.

Soy una optimista de internet, y mi hija y yo estamos aprendiendo juntas a usar este mundo virtual para que sea divertido. Leí hace poco un ejemplo que me hizo pensar en la manera en que educamos. Una chica había cogido el coche de sus padres y había acabado en una acequia. Nerviosa, sin saber qué hacer, ella solo sabía una cosa: que no debía pedir auxilio a sus padres porque las consecuencias iban a ser peores que el coche en el fango. En todas nuestras nuevas relaciones sociales virtuales líquidas hay algo que permanece como el cauce del río cuya agua nunca será la misma: La familia. Solo quiero que si algún día mis pequeños cometen algún error o tienen dudas con respecto a qué está bien o mal en el mundo físico o virtual me pregunten y, si no sé responder, aprendamos cuáles son nuestras opciones. Internet per se no es malo, como el pitbull o el rottweiler. La educación es lo que determina la inclinación de la balanza.