Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


John Wick

01/01/2021

Nuestra fibra moral tiene que estar muy deteriorada si el amor a un perro justifica una cadena de homicidios, tortura y sangre. En la primera película de John Wick se podía hacer un ejercicio de comprensión por la pérdida de un ser querido, pero en la tercera no hay dudas al respecto. La propia existencia de una saga indica un problema y si además has visto las tres, digamos que el empleo del tiempo libre exige una reflexión. Como todo es susceptible de empeorar, existe una regla que conviene no transgredir y consiste en no leer dos libros duros seguidos. La dureza literaria no se mide por el contenido sino por su impacto en el lector; efecto no siempre responsabilidad del escritor.

El jinete pálido de Laura Spinney se adentra asépticamente en la gripe española que asoló el mundo allá por 1918. Sus cifras marean, pero en aquella época lejana los números y su reflejo en muertes no son extrapolables a nuestro presente. La gente convivía con la muerte con una naturalidad pasmosa y no es descartable que su concepto del sufrimiento fuera distinto. Pero no nos engañemos, morir lo hacían igual aunque hacían menos ruido en la salida. Es absurdo pensar que ese comportamiento era meritorio, pero tampoco infravaloremos el riesgo cero instalado en esta sociedad conservadora de espíritu e ideológicamente progresista. Las últimas páginas del libro destilan una confianza en el Estado como garante del individuo, sin percatarse de que es tendencioso comparar sociedades sin Estado con otras que sí lo poseen.

Y después, me topé con Por un crecimiento racional de Juan María Nin. El libro es excepcional porque explica bien la crisis anterior, causas, errores y mejora la opinión sobre algunos políticos y empeora la de otros, esto último no es muy difícil. El escritor no pretende deprimir y da sabios consejos sobre cómo encauzar una economía para que sea próspera. El drama es que fue publicado en el 2017 y sus recetas se centran en perseverar en una senda de ahorro e inversión. Su crítica al déficit, la deuda o el estímulo al consumo es tan feroz e inteligente que es imposible no quedarse hundido ante la dirección actual.

La clase política occidental tiene tal confianza en la política monetaria y el consumo como motor de crecimiento que ha perdido la noción de la realidad. El error es tan mayúsculo que cuando despertemos el golpe va a ser histórico. No existen los atajos para la prosperidad.