Pablo Serrano

CARTA DEL DIRECTOR

Pablo Serrano


Las incoherencias del verano atípico

05/07/2020

La mayor parte de las estrictas normas que rigen esta «nueva normalidad» las dictó la Administración regional, y se publicaron en tres decenas de páginas del Boletín Oficial de Castilla y León del sábado 20 de junio, a las puertas de que todo el país entrara en ese nuevo estatus. Este documento obligó a muchos ayuntamientos a reordenarse. Mismamente, el Ayuntamiento de Ávila, sólo unas horas antes de que se hiciera público este dictamen, escenificaba la limpieza de zonas de parque y juegos infantiles, advirtiendo que se higienizarían cada semana o cada dos semanas. A las pocas horas, la Junta de Castilla y León dictaba que esa limpieza debería ser diaria, para prevenir riesgos de contagios. Este hecho no sé si demuestra precipitación, falta de comunicación, o una percepción diferente de la realidad sanitaria. 
Pero algo parecido ha sucedido con las piscinas, elemento inseparable al verano, especialmente en provincias de interior como la nuestra, aunque quizás a la inversa, ya que se hablaba semanas atrás de grandes restricciones que al final no han sido tantas o no han sido tantas como se podían prever inicialmente.
Este verano atípico está obligando a tomar decisiones complicadas a muchos ayuntamientos, que a la sazón pueden ser semejantes, y con resultados dispares. Pueblos de similar tamaño deciden abrir o dejar en letargo este verano las piscinas con un argumentario que choca. ¿Acaso no todos buscan la seguridad de sus vecinos y empleados? ¿Quién o qué determina que se puede garantizar o no esa seguridad? Las piscinas con una de las principales atracciones, más allá de espacios de sociabilización y esparcimiento veraniego en el medio rural durante los calurosos veranos castellanos. ¿Realmente se han marcado unas líneas sobre criterios sanitarios o se está dejando la decisión al albur subjetivo de sensaciones y percepciones? 
Hay comunidades de vecinos separadas por cincuenta metros, con similar número y perfil familiar de vecinos, e idénticas características de piscinas donde unos deciden abrir y otros no. ¿Unos lo están haciendo bien y otros mal, o viceversa? Unos pueden apelar a la seguridad, pero dudo que otros no quieran garantizar la integridad de sus vecinos. Y lo mismo sucede con los ayuntamientos. Tampoco es cuestión de enaltecer a unos y mortificar a otros porque vivimos en un complejo escenario de decisiones comprometidas vinculadas a la aprehensión y las sensaciones, que pueden propiciar decisiones encontradas.
Cosa semejante pasa con las fiestas, festivales, festejos y demás saraos que incita que los pueblos recuperen el latido cada verano. Nadie dice que esta nueva situación no obligue a reinventarse, muchos lo están haciendo, pero también a estos hay que darles cuartelillo. Los ciudadanos ya tienen el aval de compromiso social que se han ganado estos meses de atrás, estos meses de atrás, y los consejos para avanzar estos meses son muy claros, porque la comunidad sanitaria ya sabe mucho más del virus. Soy el primero que quiere ser estricto, pero a la vez caprichoso. En la débil línea que separa nuestra comunidad de la vecina Galicia se producirán encontronazos entre quienes puedan celebrar fiestas por todo lo alto (que se puedan celebrar este año) y quienes no. Y la responsabilidad de unos no tiene que ser ni mayor ni menor que la del vecino. Si se puede extremar la seguridad, ¿por qué no se puede dar esa libertad de acción? ¿No se ha demostrado aún suficiente responsabilidad? Es cierto, que situaciones como la de este sábado en la provincia de Lérida, con ese paso atrás que conlleva un nuevo confinamiento, demuestra que no todos hacemos todo bien, pero hay que localizar los focos y origen de estos rebrotes para seguir imponiendo normas que eviten estas situaciones, y que paralelamente, aunque resulte paradójico, den mayor libertad de movimiento y con más garantías para la necesaria convivencia social (aunque sea en la distancia), además de la reactivación económica. 
No podemos pensar solo en las grandes comarcas, ciudades o capitales. Nuestro territorio es la clara ejemplarización de la delicada ‘España vaciada’ que todos nos invitan a repoblar, pero sin dar facilidades. El mundo rural ha recibido un nuevo latigazo con esta pandemia, y hay que trabajar y “rebanarse los sesos” para dar soluciones prácticas más allá de normas, más o menos estrictas, que no permiten prosperar, y que encima se instalan en el escenario de las emociones y sensibilidades, que tampoco son siempre sabias consejeras.