José Ignacio Dávila

Pensando

José Ignacio Dávila


Los tiempos

11/12/2020

Siempre nos quedará la presencia de los principios morales que presiden el equilibrio justo del orden social, recogidos en la constitución escrita con el lenguaje de los derechos fundamentales de la persona, y siempre por encima de cualquier realidad interesada por los ideólogos de turno que deseen modelar las estructuras sociales en la dimensión limitada legalmente bajo las normas de la ideología que permite el control social bajo la luz excluyente del color de las opciones democráticas sociales realmente existentes. Los tiempos han dejado sus lecciones. 
La gran historia ha marcado las etapas evolutivas de la gran Unión Europea, de Naciones amparadas por la Ley, ser estudiadas y valoradas tras tantos años en convivencia, toda vez que tenemos aprendidas las experiencias totalitarias, descubiertos los intentos de ocultar el derecho y el deber de ser libres, respirar el aire de la filantropía evolutiva de todas las naciones unidas bajo la bandera de las doce estrellas doradas sobre el azul del cielo que ondea para pregonar el respeto de la soberanía común europea, demostrar la propiedad de todos los ciudadanos libres que hemos sido capaces de hacer cotizar en las economías reales, con una moneda única sin fronteras excluyentes de ciudadanos libres, hasta procurar ser libres para rezar por el respeto de la libertad de cada ciudadano.
Las naciones europeas hemos sido conscientes del riesgo que supone admitir la presencia de las ideologías del terror autoritario, en manos del poder político del comunismo estalinista, del nazismo, en  la suma del pensamiento único de la tiranía excluyente de las libertades ahogadas en sangre, dolor y muerte material, física y cultural de la ciudadanía que no se somete a la entrega de la libertad para la vida por vivir, en tiempos medidos por autoritarios implacables.
Nuestra evolución política se refleja en nuestra capacidad política y económica como nación libre, independiente y propiedad de todos los ciudadanos españoles que hemos sumado el valor como nación, propia, ente las naciones europeas que delimitan la frontera entre la opresión totalitaria política y económica, frente al dominio de las ideologías radicales de cualquier opción excluyente entre la vida en la democracia diseñada por los valores de un Estado Social y Democrático de Derecho, siempre por seguir haciendo, por encima de personalismos y todo intento ideológico desequilibrador de la sociedad plural y vivida en libertad, la que deseamos tener.
Nuestra Constitución ha sido un ejemplo del respeto por hacer presente la grandeza de nuestra patria, en su presencia de siglos de historia que nos define como nación dentro de la cultura de la Unión Europea. La riqueza política, cultural, histórica de las regiones que fueron cuna de la nación que nos pertenece, unidas a lo largo de la historia que debemos aprender vista con la mentalidad en que se forjó su integración política y los hechos analizados objetivamente sin visiones sectarias excluyentes. 
La unión hace la fuerza en materia política, en suma de ciudadanos, territorio y economía que sea capaz de cumplir con el derecho de comer y llegar a fin de mes, pagar las facturas que supone vivirá en una economía de libre mercado, y garantizar el derecho de estudiar nuestra presencia cultural en nuestro mundo de cultura greco cristiana occidental.
Las naciones europeas cobran su fuerza alimentadas por la presencia de cada nación con identidad propia; su existencia real porque es así respetada y aceptada por todas naciones, de los ciudadanos que hemos decidido ser partes asociadas en una empresa social por la convivencia común, en el camino a recorrer respirando el aire de la libertad que respeta los derechos de la dignidad de la persona, la identidad de cada una de las naciones y los derechos y obligaciones que van unidos y regulados por leyes justas, sin visiones excluyentes autoritarias de los doctrinarios que no renuncian a la imposición de su economía de partido y personal. Son nuestros los tiempos medidos desde la unidad de mercado, de personas y familias unidas en el ejercicio de la convivencia real por encima de intereses ideológicos excluyentes de la fuerza de nuestra unión nacional interna, para compartir nuestra dimensión cultural nacional, económica  y  que nos permite enjuiciar a toda visión que pretenda organizar y estructurar la sociedad del pensamiento único, debilitando nuestra unidad nacional como parte inseparable de la Unión europea, en un idioma como lengua mundial en la bolsa de las culturas respetables de nuestro mundo global para seguir contando las historias de los tiempos que miden todo cuanto nos pertenece, en común, en castellanía y españolidad.