Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Narrar Castilla

05/07/2020

Fue una cálida tarde de verano. La luna se reflejaba sobre el Duero, mientras los chopos se mecían al ritmo del viento nocturno, que aliviaba el ardor estival de la meseta, arrastrando el sonido del agua. Las últimas luces del día se escondían en el horizonte y, antes de retirarme, me giré una vez más para admirar la belleza de la noche sobre el río. El Padre Duero. Desde donde me encontraba, sentía a Machado susurrarle palabras de amor, crear la épica castellana partiendo tan solo del rumor de sus aguas, del calor seco donde el sol se hacía tan presente que el trigo vibraba bajo el fulgor de su luz. Azorín lo narraba. Y sentí la misma evocación bella que la generación del 98 y su visión mística de nuestra tierra. Un lugar donde la gallardía de la historia se hace presente a través de sus monumentales paisajes, tan próximos se hallan el patrimonio cultural y natural aquí, en Castilla. Unamuno lo sabía. Años más tarde, Francisco Umbral diría que Miguel Delibes vino a desnoventaiochizar esa imagen, hablando de la pobreza, del hambre, de las ratas. Nunca he estado de acuerdo, porque, por un lado, Delibes también habla de la belleza de su tierra y, por otro, la realidad queda patente en esta generación de finales del XIX que vino a Castilla.
Lo mismo podríamos decir de la pintura: Sorolla de la Castilla amable, Zuloaga de la miserable. Donde en el valenciano Sorolla prima el color, la fiesta y la tradición, el vasco aposentado en Segovia, optó por esa imagen de la pobreza extrema con que se ha identificado Castilla y León durante mucho tiempo. Una imagen externa, porque una vez más, dejamos que nos narren desde fuera. Mientras tanto, pintores y escritores castellanos permanecen en el anonimato, siendo recordados tan solo puntualmente. Así, pueden ver cuadros de Vela Zanneti en restaurantes, pocos recuerdan a Adelina Labrador, Antonio Veredas, en Ávila, es para la gran mayoría solo una calle. Recitamos versos del Duero de Gerardo Diego o Góngora, pero desconocemos el poema ‘El Duero’ del castellano Luis López Álvarez. La trascendencia de Delibes en este caso, adquiere aún mayor importancia: un castellano reconocido internacionalmente, el hombre que pese a ser tan solo «un señor de Valladolid» (palabras de Sergio del Molino) llegó tan alto que pudo hablar de lo que sentía que era necesario. La narración castellana de Castilla.
Tenemos muchas imágenes de nuestra comunidad, las más conocidas vienen desde fuera, pero también podemos apoyarnos en las de dentro, buscarlas, pues suelen estar escondidas. Todas ellas narran nuestra esencia, nuestra belleza y nuestras tragedias. Ahora el presidente Mañueco dice que va a invertir mucho dinero en modernizar la comunidad. Habrá que esperar a ver cuál es la realidad de este plan. Y aquí es donde espero criterio, que se guíen por la necesidad y se adecuen a los problemas reales que tenemos. Hablen con las gentes de esta tierra, descubrirán que pedimos poco: tener los mismos servicios que el resto de ciudadanos. Modernicen Castilla y León con cabeza, sabiendo que el progreso no puede hacer desaparecer un pueblo: la renovación tiene que tener en cuenta el carácter propio. Sin perdernos por el camino y pudiendo crear otra vez nuestra propia narrativa.