Gerardo L. Martín González

El cimorro

Gerardo L. Martín González


Selección natural

17/05/2022

La Covid-19, enfermedad producida por esa bolita con trompetas que de tanto representarla, la tenemos bien gravada en nuestra memoria, ha sido, es, una pandemia mortal, por ahora la primera de este siglo, sobre la que se ha escrito, hablado, tertuliado, analizado, explicado, comentado, hasta la saciedad, por epidemiólogos, virólogos, expertos médicos, expertos en otras cosas, y todo el que ha querido hablar, hasta alguna monja catalana con sus recetas, y ya creemos que sabemos mucho, según como lo cuenten. Así, que hay gustos para todos y solo esperamos que pase algún tiempo para que se nos diga la verdad de lo acontecido en nuestra generación, ya como historia pasada, pero terrible y real. Quien la ha padecido, quien haya tenido algún muerto en su familia o en su entorno próximo, o simplemente haya sido tocado, sabe que esto no ha sido, ni es, una broma. Mascarillas sí, mascarillas no, vacunas sí, vacunas no, encerrados sí, encerrados no, tu si puedes viajar y tu no, y mas y mas. Pero estamos en una época, el llamado estado del bienestar, para algunos, que es el santo y seña de políticos y no políticos, de la inmensa mayoría de la gente que lo que desea es vivir, y vivir bien, y gastar, y vestir, y viajar, comer y beber, tomar el sol, o una playita, o un café o cerveza repanchingados en una terraza, o divertirse o estar tranquilos, porque sí, porque en este mundo solo estamos unos días, y para que vamos a andar con tonterías. Y no es por maldad, ni por ignorancia, aunque también, sino por el deseo de ser feliz sin ataduras, y si es posible, con el mínimo esfuerzo.
Esta perorata no tendría sentido sino fuera por lo último que he podido oír. Los muertos, principalmente los ancianos, solo es una consecuencia de una selección natural. Se mueren los mas débiles, los mas viejos, los deficientes, los que ya tienen alguna o muchas enfermedades crónicas, los mas indefensos; en definitiva, los innecesarios en una sociedad moderna, porque ya no producen nada, solo dan trabajo y gasto, y la naturaleza que es muy sabia, ayudados por disposiciones políticas, los elimina. Esto, dicho así, es inhumano en un mundo que creemos civilizado, es olvidarse de los sentimientos y del amor de unos seres con otros, o simplemente convivencia pacífica, que en política llaman, aunque nada tenga que ver, justicia social. Pero ese dicho existe y alguien se lo cree, incluso lo pregona. Desaparece aquel sentimiento que debía ser natural y lógico, de amar, de convivir, empezando por querer al ser aún no nacido, o simplemente pensar en dar vida a otro ser, querido o no, eso es otra cuestión que tiene soluciones no cruentas, pero que podría nacer, porque el único derecho que tiene ese ser débil e indefenso, es poder vivir, como tu o como yo; o del anciano, ya en el ocaso de la vida, quieto en un lecho, pero al que se le puede amar hasta el último suspiro. Todo lo demás es egoísmo, acaso amparado en leyes, que quieren hacernos entender y justificar legalmente, que somos dueños de lo que no nos pertenece.
Darwin en su estudio sobre El origen de las especies, nos habla de la selección natural en el mundo de los seres vivos, y justifica la supervivencia de los mas fuertes, los mas aptos, los que se adaptan al medio donde viven, que pueden evolucionar para esa adaptación, mientras que los mas débiles, mueren y desparecen o forman especies de segunda clase. Es la ley del más fuerte. Los genes del macho alfa se trasmitirán a generaciones futuras, en aquel medio que le ha tocado vivir. Las ideas científicas de Darwin tienen su origen en el ensayo que hizo Malthus Sobre el principio de la población que ya establecía la supervivencia del mas fuerte. Estas ideas ya alguien intentó llevarlas a la práctica real, como el nazismo, la super raza, donde todos los demás debían ser eliminados, judíos, gitanos, deficientes, inútiles. Hoy nos parece una monstruosidad, pero cuando oyes que la Covid es una selección natural, se te ponen los pelos de punta. Mas la idea no es nueva. Ya los espartanos, según nos contó el historiador Plutarco, abandonaban a los recién nacidos que tenían alguna discapacidad, en el monte Taigeto, para que allí murieran o fueran devorados por las fieras, o los metían en balsas de vino, y según fuera la reacción de los bebés, estos eran aceptados o no. Para nuestro consuelo, parece ser por estudios recientes, que esto no era así, pero había cierta libertad para que los padres decidieran. Como se ve, la historia no ha cambiado mucho, aunque ahora se revista de la sagrada palabra, democracia, que según opine la mayoría, unas cosas se aceptan, otras se cambian, otras son decisivas para vivir o morir; lo legal ha suplantado a lo moral, lo ético y la ley natural. Y así se impone la ley del mas fuerte o la del mas listo, pues no todo lo legal es justo, y los derechos son cambiantes en la historia.