Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


El Goliat amarillo contra David

29/05/2021

Hace tres años, más o menos, en estas mismas páginas, escribía algunas líneas sobre un tal Rubén Peña, que entonces militaba en el Eibar, refiriéndome a él con apuntes como éstos:  “la paciencia tiene premio” o “el empeño y superación de nuestro protagonista” le llevaron a ser una pieza básica en el esquema de un entrenador nada fácil de convencer como es el vasco José Luis Mendilibar. En aquel artículo señalaba que “me dicen que lleva una vida casi de asceta para seguir en la élite. Una enseñanza para su generación: el éxito sí lleva sacrificio”. E insistía en que “Peña es un buen ejemplo de que el esfuerzo se premia”. Concluía aquella columna con esta reflexión: “La vida no siempre es sencilla, pero con valentía, decisión y un poco de suerte, nadie ha de decirte si eres o no capaz de hacer aquello que te propones. Lo más importante no son las circunstancias, sino la manera que tenemos de afrontarlas”. Me van a perdonar la ironía, pero no puedo estar más de acuerdo conmigo mismo.
Este jueves uno de esos equipos que despierta simpatías a casi toda España, el Villarreal, hacía una de esas gestas deportivas que por aquí no creo que veamos, arropado por millones de compatriotas. Toda Europa aplaudía el hito que protagonizaba una escuadra procedente de un municipio castellonense muy parejo a Ávila en población -50.000 la localidad levantina, 57.000 el censo abulense, aunque en nuestro caso bajando-. Y muchos se emocionaron al ver a Peña portando la banderola de nuestra ciudad. No era para menos. Nuestra ciudad, hay que decirlo, ha tenido más relación de la que podríamos suponer con Villarreal. Por ejemplo, recuerdo que en su cantera, coincidiendo con un fenómeno internacional como Santi Cazorla, estuvo el bueno de Jesús Alonso… De manera que, a lo largo de esa sesión nocturna del jueves, en la que los penaltis no parecían tener fin, y tras la cual vimos el orgullo del terruño que mostró Rubén Peña, me dio por pensar, si alguna vez Ávila llegaría a atravesar fronteras, por algo diferente al impacto enorme que tiene nuestra ancestral muralla o la figura de Santa Teresa de Jesús. 
Villarreal es un buen espejo en el que mirarse. Un municipio mediano más bien pequeño, gracias a su potente club de fútbol, había hecho factible el convertirse en un pequeño Goliat y tumbar a un David (De Gea), que transmite de todo menos buenas sensaciones cada vez que tiene a media España viéndolo.
Por el Villarreal han pasado, desde que está en la élite, figuras mundiales como Diego Forlán, Riquelme, Pirés o Carlos Bacca. También un tipo humilde que ha logrado llegar lejos. Un abulense currante, serio, comprometido y con bastante visión de juego. Y pese a que no disputó la final, nos ganó a todos. Nos alegró a los que sentimos los colores de una ciudad que es mucho más que el lugar en el que vinimos a este raro mundo. Esa bandera a modo de toalla playera con el escudo de Ávila del Rey Niño es ya parte de nuestra historia. Con mayúsculas. Imagínense si en algún momento lográsemos una gesta deportiva, aunque sólo fuera remotamente parecida a la del submarino amarillo. No hay que mirar muy lejos para ver que es posible. El Perfumerías Avenida de Salamanca, gracias al empuje de una empresa local, se ha hecho un nombre, también con mayúsculas, en Europa. Todo se puede lograr si se ponen los medios oportunos para ello, pero también el trabajo necesario, sobre todo si existen recursos. Apoyos. También si se apartan egos y se piensa en lo común. Aunque eso es harina de otro costal. Llegados a este punto, sólo nos queda una cosa, decir lo siguiente: GRACIAS, PEÑA. Ya me entienden.