Álvaro Mateos

El Valtravieso

Álvaro Mateos


Pascua de esperanza, volver a las raíces

10/04/2023

Pasados los días santos de una semana que guarda las principales señas de identidad, culturales y religiosas de nuestra tierra, es tiempo de felicitarnos la Pascua, de alegría y renacer, de primavera y esperanza. También, buena ocasión para reflexionar y hacer balance de lo que ha supuesto una Semana Santa que, para los abulenses, ha vuelto a deparar un auténtico lleno hostelero, con intensas emociones y celebraciones en torno a la fe de un pueblo. 
No me cansaré de repetir que la Semana Santa de Ávila que, en términos turísticos y culturales, alcanzó la catalogación de interés internacional, debería seguir cultivando lo propio, lo verdaderamente esencial, lejos del ánimo de imitar y traer costumbres que no tienen nada que ver con el misterio de una ciudad callada y recogida. 
Somos muchos los que hemos querido ver en Ávila el reflejo de una Jerusalén castellana y sobria, una ciudad amurallada que sobrecoge con las cruces desnudas en el camino que recorre la imagen del Cristo de los Ajusticiados. Sin embargo, este mismo sentido corre peligro cuando exportamos tradiciones de aquí y de allí, en una mezcolanza cultural que nada tiene de original, sino que diluye lo verdaderamente propio. 
Lo siento, pero es lo que pienso cada vez que, en el silencio de nuestras calles adoquinadas, frente a una Muralla de sombras, al paso de un toque de tambor, una voz destaca ante las demás para cantarle saetas a un Crucificado o a su Madre Dolorosa. Con todo el respeto, pero no pega ni con cola; ¡que esto es Ávila! Vale que hayamos importado una procesión completamente andaluza, con sus costaleros y pasos al más puro estilo sevillano. Pero, y si todo lo flamenco lo ceñimos a esa procesión del Martes Santo, mejor ¿no?
Ni el Cristo de las Batallas ni el Medinaceli me parecen procesiones de un carácter dado a las saetas. En Ávila, tenemos desfiles y cofradías centenarias con origen propio y han permanecido así durante siglos, sin tener que incorporar otras costumbres. El Miserere de la Magdalena o la romería del Resucitado son señas de identidad abulenses, los reflejos de una celebración universal amoldada a nuestra tierra y tienen todo su sentido que permanezcan así, tal cual, sin necesidad de importar elementos externos.
Con todo el respeto a quienes hacen de este canto una oración y un arte, lo encuentro propio de otras regiones de España o circunscrito a la procesión que se ha establecido en Ávila como si hubiera dado un salto desde el mismísimo Barrio de Triana, con todo el sentimiento y fe que ya se ha hecho a la ciudad. Sin embargo, lo representativo y lo que queda en el visitante es el recogimiento, la sobriedad y la soledad sonora que, por ejemplo, se reflejaba en el cartel oficial, con la Cruz Vieja de la Calle de la Vida y la Muerte, algo tan abulense y castellano. 
Por todo ello, invito a la Junta de Semana Santa a revisar estos detalles que, sin duda, contribuirán a hacer más grande y merecedora de distinciones a nuestra celebración, solemne, pero también sobria y austera, como seña de identidad de un pueblo que vive la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo envuelto en el modo de expresar y sentir que nos son propios.