Álvaro Mateos

El Valtravieso

Álvaro Mateos


El perdón real a la ciudad de Ávila

24/05/2021

Un 23 de mayo de hace 500 años, Ávila recibió una carta de perdón del rey tras la revuelta comunera, que precisamente había tenido en la ciudad uno de sus primeros focos. Aunque seguía viva en Toledo, es en este momento cuando Carlos I da por concluidos los episodios de desavenencias locales hacia su persona en la capital y decide pasar revista a las actuaciones más reprobables de la comunidad local.
El marqués de Las Navas, uno de sus hombres de confianza, y Cristóbal del Barco habían elaborado una lista titulada ‘Memorial de los malos, así eclesiásticos y religiosos como caballeros y letrados y otras personas’, que incluía veinte abulenses, entre ellos «el deán de Ávila, que fue de los muy malos». Este último, Alonso de Pliego, gracias a la protección del Papa, logró resolver sus problemas con la justicia más adelante.
El rey admitía en la misiva que los abulenses ya están «pacíficos y obedientes a nuestro servicio» y que «han recibido a nuestro corregidor», por lo que salvo a los vecinos a quienes se les confiscaron sus bienes se les concede el perdón. Algunos habían huido y otros trece habían sido condenados a muerte, en sentencias que no se ejecutaron.
Se cumplen precisamente ahora 500 años de aquel mes transcurrido tras la derrota de Villalar y el ajusticiamiento de sus cabecillas, Padilla, Bravo y Maldonado, mientras que el obispo Acuña fue encarcelado.
Pese al perdón, que más bien era de boquilla, ya que en dos ocasiones más es el propio consejo el que lo pide al rey, se pasó factura a la ciudad a base de impuestos y pagos para las reparaciones de los bienes de quienes habían sido leales al rey, como Francisco de Pajares, a quien le habían destrozado la casa en cuitas internas entre los dos bandos. Otro tanto sucedió con las deudas que había que pagar por la destrucción del castillo de Torrelobatón: a la ciudad de Ávila le correspondía abonar hasta 760.000 maravedíes. 
Diez años más tarde, la familia de Carlos V pasó una temporada en Ávila, en concreto el verano de 1531, huyendo del calor. La emperatriz y sus hijos permanecieron unos meses en el palacio de los Velada, antiguos comuneros, ya propiedad de la Corona. Entre otros lugares, pasaron buenos momentos en el monasterio de Santa Ana, donde el príncipe Felipe, que tenía apenas cuatro años, vino «vestido de largo, y se le puso en corto en el mismo Monasterio , y salio? de gala?n, en calzon y ropilla». 
En 1534, sería el propio emperador quien visitase Ávila, con un recibimiento apoteósico. También fue en el mes de junio, coincidiendo con el buen tiempo, y se alojó en el palacio de los Velada. Hubo una corrida de toros en su honor, en la plaza del Mercado Grande, ferias, música y baile, juegos de cañas, calles engalanadas, etc. El monarca recibió las llaves de la ciudad, del alcázar y del cimorro de la Catedral, donde rezó y juró los privilegios de Ávila. 
Cinco días permaneció entre sus leales caballeros Carlos V antes de irse a Salamanca, con lo cual quedó más que patente que Ávila, pese a sus revueltas y levantamientos, volvía a ser, como siempre, Ávila del Rey. Al menos, unos años... porque la historia se repetiría con Diego de Bracamonte y Felipe II. Lealtades y traiciones que siguen colocando a nuestra ciudad en un lugar privilegiado de la historia de aquellos años clave de los Austrias en Castilla.