Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


Lo que nos merecemos

08/10/2022

No soy muy de horóscopos, ni de mirar los posos del café. 
Nunca, hasta hace unos días, preso del insomnio, me inquietó la interpretación de un sueño que me había despertado. Y la verdad es que pensé: lo ha clavao. 
No soy muy de halagos si no los considero oportunos y, cuando creo que los debo expresar, ahí sí, tal vez me exceda, me pase de frenada. 
Curiosamente, no soy muy de palabras –aunque, siendo periodista, tal vez debería haber cubierto más ese flanco–; soy bastante más de hechos. El movimiento se demuestra andando. Pero cuando he de utilizar palabras, las empleo –y así nos va–, llueva, truene o relampaguee. Tal vez, lo reconozco, no con la delicadeza que debería. 
La vida, ese misterio de realidad aumentada por el que vamos transitando hacia el metaverso, que diría la Marquesa de Griñón, dando muchas veces tumbos y palos de ciego, va poniendo trabas. El campo cierra sus puertas, y, por eso, tratamos de llevar, escudo en mano, las puñaladas traperas –van unas cuantas– lo mejor que podemos. 
Y pese a lo que decía el extinto maestro Quintero –que sabía como sólo dos o tres periodistas más, alguno que yo he conocido, poner los puntos sobre las íes–, de que sólo los grandes corazones perdonan, ya ni de esos van quedando.  
Por hache o por bé siempre estamos en el punto de fuga, en el pinchazo del balón, en el escape de gas. En el recopilatorio de las peores canciones del momento. 
No puedo con los abusones que campan a sus anchas. Los pobrecitos suelen ser personas con algún complejo propio o heredado, con una familia que suele prestarles la atención justa, por no decir que les aparta por sus tonterías intrínsecas, y que tienen un nivel de ego que rebasa el vaso. Individuos que aceleran su sadismo cuando tienen palmeros alrededor –en esa faceta son grandes conseguidores–, y no suelen medir bien las consecuencias. Muy al estilo del antagonista Biff Tannen en la saga de Regreso al futuro.
Por desgracia, todos decidimos en esta vida, y cuando se toma el camino a o el b, por lógica, se acaba llegando a un sitio o a otro completamente distinto. No descubro la pólvora. Con más gente o con menos. Con muescas en la pistola o sin ellas. 
Tampoco puedo con la mentira interesada. Esa que cada vez abunda más.
Vivimos en un mundo en el que lo que prima es la estética del postureo y no el trasfondo ético o de realidad. La apariencia por encima de las certezas. Lo de que hay que mirar la belleza en el interior de las personas ya no se lo profesa ni el que asó la manteca. 
Interés, interés, interés. Así de crudo.
En una película de los 90, Todo es mentira –nada que ver con eso que dicen llamar ahora televisión– de Álvaro Fernández Armero, un gran Gustavo Salmerón, en el papel de Claudio, decía algo que hoy sería impensable ver en el cine, aunque fuera en tono jocoso, como el resto del filme: «el dinero siempre lo jode todo…» A lo que un casi imberbe Coque Malla, caracterizado como Ariel, respondía: «Y las mujeres, también». 
Obviamente, aquella obra hablaba de amores y desamores, de encantos y desencantos, de la vida misma, sin filtros errejonianos. Con una óptica bien sanota que por entonces nada de daño hacía, pero que hoy hiere tremendamente sensibilidades.
Y siguiendo con lo de abrir los ojos, leía hace unos días, en internet, una frase que hice mía al momento: la desigualdad existe porque hay gente más talentosa que otra, más trabajadora, más ahorradora, más creativa y más empeñada en forjarse su destino; menos envidiosa, menos perezosa y menos empeñada en culpar a los demás por sus fracasos y esperarlo todo del Gobierno. No puedo estar más de acuerdo. 
Quien más habla suele ser quien más tiene que callar. Quien más se queja, quien menos debería hacerlo porque su ineptitud le lleva a ese posicionamiento. Pero, reiterar muchas veces la mayor de las falacias sirve en los tiempos que vivimos para sentar cátedra. Algo, me van a permitir que lo diga, contundentemente grosero.
Tenemos lo que nos merecemos, en muchos aspectos. Y, como consecuencia del esfuerzo que llevamos realizando tiempo para tirar por el retrete avances impensables hace no mucho tiempo, conseguiremos hacer un mundo peor. Eso está cerca. Y, en esto sí, progresamos adecuadamente.
Ya me entienden.

ARCHIVADO EN: Empleo, Metaverso