Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Destino o casualidad

06/11/2020

Parece que el tema hoy va de Melendi, pero nada que ver con el título de su canción, aunque sí puedo decir que, o bien por el destino o bien por la casualidad, todo tiene un motivo y un porqué.  En estos momentos en los que los grupos, la socialización y la creación de redes es totalmente «modo WIFI on», participar en algo que permita sentirte parte, cobra una dimensión diferente y muy recomendable ya sea por ocio, aficiones, deportes o cualquier motivo que promueva reunirse manteniendo la distancia y sin mascarilla.
Hoy de entre las múltiples posibilidades, me refiero al club de lectura. Proponer un idioma, elegir un buen libro, sacar tiempo para leer en casa y tener un horario de «presencialidad» son parte de los ingredientes para que al menos una vez a la semana o quincenalmente, en un día y a una hora fijados previamente, un grupo de personas busque un punto de encuentro. Esencial: lectores, lectoras, el libro y una persona que modere.  Y ahí es donde se empieza a cocer la magia.
Cuando arde el teléfono de mi madre con los mensajes de su Club de la biblioteca pienso en Celia, Sonsoles, Flori, Juana, Irene. Pienso en Viky, Rosa, Teresa, Lourdes, Maricruz, Paz… Comprendo ahora cómo “su tribu” se forjó entre hojas y lomos, entre escritores y editores, entre el olor de las hojas y el aroma de lo leído.
Basta con leer de manera íntima y personal, comentar la lectura con otras personas, esas desconocidas que se vuelven parte de tu vida por el hecho de compartir con ellas tu otro yo, cuando leías. Basta con divagar conscientemente de lo explícito a lo implícito, pasando por lo que te hizo sentir cuando lo estabas leyendo. Basta con saborear, aprender y anotar, porque es la manera de digerir mejor cada página en una velada entre letras.  
Y ahí estoy yo, con la recomendación de Bárbara y con mi grupo virtual coordinado por Soraya. Cinco desconocidos y un mismo destino. Cinco personas deshojando plácidamente 1984. Cinco personas pensando ya en lo siguiente que vamos a leer.
Empezar con una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell, es iniciarse en un club por la puerta grande. Lo omnipresente, el  Gran Hermano o Hermano Mayor, la habitación 101, son conceptos que nacieron de una mente privilegiada y algo claustrofóbica que parece adelantada a los tiempos. En este 2020, la novela publicada en 1949 habla de los confinamientos, de las redes sociales donde ya todo es público y de la nueva lengua y las nuevas palabras que nos invitan a encontrarnos en ese lugar donde no hay oscuridad. ¿Quién pensaba que Gran Hermano era un concepto inventado por Telecinco? O ¿Qué el programa de Hermano Mayor era algo novedoso que se veía en Cuatro?
El doble pensamiento, mantener dos ideas contradictorias al mismo tiempo es parte de estos meses de lectura compartidos donde Javi, Juan, Sandra y yo vamos pasando hojas, leyendo sobre el Ministerio del Amor, que se ocupa del dolor y la desesperación o el Ministerio de la Paz que desata la guerra. Los mundos opuestos que están presentes en aquellos 1947/1948 y en la época actual. ¡Qué complejidad es escribir sobre distopía! Justo lo opuesto a la ansiada utopía, cuando en este momento anhelamos que todo pase y todo fluya como antes. Ese mundo imaginario, perfecto, recreado, deseable.  Ese lugar, donde los discursos ideológicos no son llevados a las opiniones más extremas. El sentido de una vida en busca de la felicidad, la humanidad y la dignidad. El grupo de lectura que deshoja la vida, hablando de letras y no de guerras vacías de palabras.
La casualidad es un suceso en el que coinciden circunstancias imprevistas debido a una fuerza extraña que no conocemos. El destino es creer que nuestra historia y las personas que nos rodean están en algún lugar que desconocemos, escritas como para ser leídas cuando el tiempo lo considere, en un club de lectura, donde la ronda es mus visto si la mano quiere. Llámalo destino, o si prefieres casualidad. Yo lo llamo vivir con todas las oportunidades que la vida nos ofrece cada mañana, aprendiendo, regalando, escuchando y leyendo que todo está escrito, pero aún no hemos descubierto como acabará el cuento al final.