Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Cuenta la leyenda

11/03/2023

Cuando Margaret Atwood escribió el cuento de la criada, no tuvo que imaginar mucho. Seguro que puso su experiencia sobre el papel, sacó una bola de cristal y simplemente describió la distopía con una nota al pie que rezaba «basado en hechos reales».
La invisibilidad, la prohibición de ir a la escuela, la negativa a poder formarse, acceder a la universidad, la única capacidad de decisión de no pensar, de no existir, de no contar, es en muchos lugares hoy en día una realidad. Cuando leer es de valientes, cuando ir a la escuela lleva miles de kilómetros al final del mes, 
«Mejor nunca significa mejor para todos. Para algunos siempre es peor». Para algunas es peor, o mucho peor o muchísimo peor, si lo ponemos en el termómetro de lo malo, malísimo o pésimo.  Para muchas puede ser nunca, para muchas puede ser una lucha que cuesta la vida, y si no lo pagan con su propia vida, la vacían y la dejan seca de conocimiento, de visibilidad, de muerte en vida. Secas de saber, de pensar, de vivir la vida según creemos que tiene que ser vivida.
Ejemplos tenemos en muchos lugares. En África, en Asia, en nuestro entorno más cercano, aunque nos parezca imposible. Inspirar a otras personas, hacer que las cosas pasen y no pasar de largo, debería ser parte de las tareas por hacer en la vida antes de morir: tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Porque a los hijos e hijas hay que educarles en equidad, porque los libros deben tener lectoras y no debe estar prohibido aprender a leer o estudiar. Porque los árboles se riegan, se cuidan y serán la sombra de futuro, para poder sentarte a la sombra, una tarde de verano con tu hija y un buen libro entre las manos.
Afortunadas somos, porque lo que tenemos es gracias a nuestras madres, abuelas, tatarabuelas…c las que querían dejar un mundo mejor, donde estudiar, leer o decidir no fuera cosa de otros. Pero no solo las que nos pensaron o nos querían/quieren, sino todas aquellas que, sin conocernos, pensaron en el bien común, en dejarnos un país diferente donde poder votar, tener capacidad para tomar decisiones y ser libres de pensar, decir, vestir o hacer con tu parte de libertad lo que mejor consideres.
Aquellas que lucharon por nosotras dejaron un gran legado. Y cuenta la leyenda que no fue sencillo. Que la lucha hace unas décadas o siglos no fue fácil. Que nos pensaron sin conocernos. Que, por encima de todo, pensaron en la libertad de expresión y la igualdad, a la que le queda mucho camino por recorrer.
Cuenta la leyenda que las niñas dejaron de ser princesas «a secas», para ser princesa que lo son cuando quieren, que son valientes, libres y poderosas. Que pueden decidir sobre su vida, su futuro y sus decisiones.
Cuenta la leyenda que las luchadoras del pasado son las abanderadas de lo conseguido hasta la fecha. Que estarían orgullosas de nosotras por haber llegado hasta aquí. Pero que no querrían que nos quedáramos paradas hasta que todas, absolutamente todas, incluidas las que no conocemos y las que vendrán, tengan los derechos asegurados.
Cuenta la leyenda que las niñas de hoy, con la semilla de ayer cambiarán el mundo. Haciendo magia en la lucha por los derechos, sacando de la chistera razones y transformando el mundo en un espacio habitable para todas y todos, donde sólo reine la vida por encima de las otras cosas. Porque la igualdad, según cuenta la leyenda, fue algo que se consiguió gracias a la lucha de todas. 

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