David Ferrer

Club Diógenes

David Ferrer


Goma de borrar

02/11/2022

Apareció en mi infancia un prodigio de escritura que consistía en un bolígrafo cuya tinta podía borrarse. Más sofisticado que un lapicero pero más caro y con unas posibilidades infinitas. Como cabría esperar, semejante innovación en ese imperio menudo donde reinaban los lapiceros de cedro amarillos y negros, las gomas Milan y los rotuladores Carioca, hubo de desterrarse pronto por prescripción de los maestros y profesores, siempre tan temerosos de las novedades. La rapidez con que se borraba la tinta indujo a algunos a pensar que el alumnado, evidentemente dispuesto hacia la trampa, corregiría con suma habilidad los errores de los exámenes o que provocaría un descenso en la capacidad de reflexionar ante lo que se escribía. Y eso, que en aquella época todavía no nos olíamos, ni de lejos, la facilidad borradora de ordenadores, de tabletas y de smartphones. En cualquier caso, con el tiempo supimos que la parte azul de algunas gomas no servía nunca para borrar la tinta del bolígrafo y que las exquisitas gomas de Milan no procedían de la Lombardía. La vida es una decepción constante y un borrado de los ideales infantiles.
Ya pocas gomas de borrar se ven por los centros de enseñanza. Los alumnos prefieren el narcótico químico de los correctores "tipex", y eliminar las notas de voz del móvil. Lo que sí que parece, desde luego, es que la obsesión por borrar es uno de los pilares de la pedagogía moderna, en una especie de equilibrismo de andar y desandar al mismo tiempo. Andan revueltos los profesores por la ingente cantidad de papeleos, programaciones, casillas y tablillas que deben rellenarse en este curso, que es igual que los otros, aunque las autoridades del Ministerio y las autonomías borradoras hayan decidido en tres o cuatro despachos calefactados que no, que debe borrarse lo anterior, que hay que empezar de nuevo para llegar no se sabe donde. La situación de la enseñanza es en este 2022 un caos semejante al que se le presentaría al cirujano que tuviera que operar con unos procedimientos no contrastados, no discutidos académicamente y renunciando a la voz de su experiencia. Coja el bisturí y abra, doctor, lo demás está en sus manos, le dijo en la camilla de la muerte el célebre torero. Y así fueron las cosas.
Circula un borrador de la nueva selectividad o su sigla del momento. El ministerio ha decidido borrar la literatura de la prueba. ¿Para qué entender a Santa Teresa, a Cernuda, a Baroja si en estos años nos hemos apañado con un texto repetitivo de El País sobre la televisión? ¿Por qué habrá que demostrar que se sabe escribir si con unos cuantos caracteres nos comunicamos? Nada, nada, borra, borra, se oyó un despacho. Pongamos una prueba de madurez general y ya nos vamos arreglando. En esta enseñanza lowcost, plena de papeles, informes y disquisiciones, se destierran los altos textos y se le priva a toda una generación de leer algo que ocupe más que un hilo de Twitter. Me temo, por fortuna, que este artículo no va caer en la nueva selectividad o ebau. Pero a los estudiantes se les entregará, junto al examen, una goma de borrar Milan, edición vintage, para que supriman las preguntas que no entiendan.