De los hippies al corazón del poder

Javier Albisu (EFE)
-

La conciencia ecologista surge en la década de los 70 con los primeros movimientos de defensa y preservación de la naturaleza

De los hippies al corazón del poder

La lucha contra el cambio climático ha pasado en apenas 40 años de la marginalidad con aroma hippie a instalarse en el corazón del poder e irrumpir en las agendas de los gobiernos, las empresas e instituciones financieras, los medios e incluso las organizaciones militares.

En los próximos días la atención mundial se desviará hacia la ciudad británica de Glasgow, donde la comunidad internacional se propone intensificar los esfuerzos por limitar la subida de las temperaturas en la cumbre COP26.

Pero ni el célebre medioambientalista y marinero francés Jacques Cousteau, por ejemplo, creía en la gravedad del cambio climático en 1979, cuando en un plató de televisión rechazaba la gravedad de la creciente concentración de CO2 en la atmósfera sobre la que alertaba el vulcanólogo Haroun Tazieff, asumiendo que lo absorberían bosques y océanos.

Ya en pleno siglo XIX, el físico francés Joseph Fourier, en 1824, se convirtió en el primer científico en describir el efecto invernadero y en 1889, el químico sueco Svante August Arrhenius, considerado un visionario y posteriormente galardonado con el Premio Nobel de Química, fue el primero en alertar sobre la influencia dióxido de carbono en el aire.

Un siglo después y al calor del movimiento hippie y la contracultura, en los años 70 empezaron a surgir las primeras organizaciones ecologistas que, décadas después, se convirtieron en gigantes influyentes, como WWF, Amigos de la Tierra o Greenpeace.

Su empuje coincide con la celebración en 1972 en Estocolmo de la que se conoce como la Primera Cumbre de la Tierra de la ONU, de la que sale una declaración de principios para la conservación de la naturaleza.

Pocos años después, en la década de los 80, EEUU y el Reino Unido asumen en sus agendas que el calentamiento global es una amenaza para el planeta.

En 1988, Naciones Unidas crea el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Desde 1990, el IPPC elabora informes que integran el conocimiento científico disponible sobre este fenómeno, sus causas y sus repercusiones.

Ese grupo estima que las actividades humanas han provocado un aumento global de las temperaturas de entre 0,8 y 1,2 grados centígrados respecto a los valores preindustriales y, en su último informe, subraya que el cambio climático está acelerándose.

Protocolo de Kioto

Pero no fue hasta 1997 cuando realmente se marcó un punto de inflexión en la respuesta al cambio climático con el llamado Protocolo de Kioto. Este documento, que entró en vigor en 2005, tenía por objetivo reducir las emisiones totales de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero de los países industrializados en al menos un 5 por ciento respecto de los niveles de 1990.

Sin embargo, el acuerdo japonés acabó en frustración  en la cumbre danesa de 2009, cuando las principales potencias mundiales alcanzaron una declaración política no vinculante sobre lo pactado en Kioto.

Afortunadamente, la COP21 de París volvió a suponer un antes y un después en la lucha contra el cambio climático. En esa reunión, la más ambiciosa hasta la fecha, las 196 países participantes se comprometieron a limitar el aumento de las temperaturas a mitad de siglo muy por debajo de los 2 grados y preferiblemente mantenerlo en 1,5.

Por eso la COP26 -que no pudo celebrarse en 2020 por culpa de la pandemia de coronavirus- debe de servir para evaluar los progresos, reforzar los esfuerzos y fijar una senda de revisión de los objetivos marcados en París, así como acelerar las trasferencias financieras para ayudar a los países en desarrollo.