El líder que (aún) no llega

Diego Izco (SPC)
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De Jong conduce el balón en el duelo ante el Athletic - Foto: Reuters

Frenkie de Jong sería mejor futbolista con pelo negro y cejas pobladas, cara de villano, algún tatuaje llamativo y marcas de tacos en las piernas. Algo así se desprende de los muchos comentarios-tipo «le falta sangre» o «no tiene mala leche». Quienes sostienen esta argumentación suelen comenzar con un «es un jugadorazo, pero...», lo que arroja la conclusión: la crítica al chico de Arkel no tiene que ver con su fútbol, sino con la forma que tiene de interpretarlo.  

A Frenkie, futbolista colosal de apariencia porcelánica, le ha tocado vivir en el Barça la era de la descomposición del mejor equipo de su historia. Y quizás el problema no esté en su juego, sino en que el equipo no le ha entregado abiertamente el liderazgo de la reestructuración. «Parece un crío y sonríe con dulzura, pero sobre el césped es el que manda. Solo necesita una palabra, porque sus compañeros siempre le escuchan. Es lo mismo que tenía Cruyff, que con 17 años ya dirigía a jugadores mayores que él y lo aceptaban». Son palabras de Joe Bogers, encargado de las categorías inferiores del Willem II, el club en el que creció De Jong. 

Y quizás el segundo error del Barcelona, después de no haberle dado las llaves del proyecto, sea esa eterna manía de ir con prisas a todos lados. El fútbol de los gigantes ya no entiende que Roma no se construyó en 24 horas: la quieren terminada en 12 y, si no, lo llamarán «crisis» o «fracaso». De Jong era uno de los tres genios de aquel Ajax de Ten Hag que, por ejemplo, asaltó el Bernabéu con un 1-4 para la historia. También estaban De Ligt o Van de Beek… y a ambos (23 años uno, 25 el otro) les está costando horrores recuperar apenas la mitad del nivel con el que maravillaron.  

Su caso, como el de Frenkie, es el del futbolista 'diseñado' para un proyecto que sufre cuando el diseño es otro. Tácticamente, aquel cuadro era una gozada… y el fútbol, fácil en apariencia, se torna complicadísimo cuando extraes una pieza de una maquinaria de precisión para que funcione en otro sitio.    

En el Barça

 En España, el neerlandés no ha sido el que era y ha estado en el disparadero. Su nombre es siempre de los primeros que suenan, como una balada en tiempos grises, a la hora de hacer caja… pero la reacción del interior es profesional y espectacular. Está fuerte y en forma, al nivel de aquel tipo descrito por Frank Heinen: «Miras a Frenkie y ves un vídeo con instrucciones sobre cómo jugar a fútbol. Frenkie es el sonriente chef televisivo y el resto de jugadores, torpes espectadores que intentan hacerse con la receta». 

Lo tuvo claro Overmars cuando insistió tres largos años hasta llevárselo al Ajax, y lo tuvo claro el Barça cuando lo convirtió (75+11) en el futbolista de Países Bajos más caro de la historia, superando los 85 que pagó el Liverpool por Van Dijk. En el Camp Nou suspiraron fuerte por ese centrocampista que idolatraba a Cruyff y amenazaba con gobernar el mediocampo del fútbol europeo con la potencia y naturalidad con la que arranca, dejando rivales atrás sin necesidad de regatearlos. 

En estas últimas tres campañas de lamento colectivo, ha sido uno de los señalados con el tibio argumento de «no es el que fichamos». Esta 22/23, con galones y el Mundial a la vista, está jugando sus mejores minutos como azulgrana (ejemplo: la forma en que, como central, solucionó el laberinto de El Sadar, colando un pase medido a Raphinha para el 1-2). Es la antesala de que, tres años de espera después, puede ser el líder que el Barça esperaba… porque, de una forma previsible, señalarlo como 'el nuevo Busquets' mientras Busquets estuviese en el campo no fue buena idea.