José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Las ovejas son felices y mi padre nació en Madrid

01/05/2022

La taumaturgia de la vida pública es inabordable como me recuerda un buen amigo que a lo mejor hoy lee estas líneas. Esa facultad casi mágica y siempre mítica hace andar a los cojos y ver a los ciegos.

El caso de esta semana se lo referencio en dos vivencias hilarantes y jocosas que me han llevado a prorrumpir sendas sonoras carcajadas en público. La primera es la necesidad de hablar bien de nuestro país. Siempre lo he dicho. Ser crítico no significa estar despotricando siempre. Me cansan los quejicas que siempre prorrumpen en quejas interminables y ruidosas, que además casi nunca son originales, son ecos de los que las profirieron por primera vez, que siempre son los que llevan la agenda por delante. Son los que nos dicen lo que hacer y ellos no practican, son los que dicen que aman a los seres humanos, pero detestan a sus semejantes, son los que crispan sin darse cuenta que eso no tiene vuelta atrás. Que eso se vuelve en odio personal en dos direcciones. La primera es que se acaban odiando a sí mismos sin saber por qué y la segunda es que acaban odiando al que ven como adversario al que culpan de su falta de éxito incuestionable. En la habitación para elefantes entonces ya sólo queda espacio para él o ella y la sempiterna queja con sus decibelios. Hay que ser crítico y actuar, no hablar. Hay que saltar al ruedo para solucionar problemas y hacer, hacer, hacer y, por lo tanto, con derecho a equivocarse, no sólo hablar, quejarse, y darse un auto-like en instagram.

Y por eso estas dos anécdotas vienen al pelo. Este amigo al que citaba me contaba cómo en un evento estaba con el presidente del Real Madrid, pero podría haberse dado con cualquier club. El presidente Florentino Pérez por lo visto estuvo particularmente brillante y estuvo deferente con mi amigo.  En ese mismo momento se le acercó el hijo de un conocido jugador del Barca que quería congraciarse con el presidente aclamado y le vino a decir que si se lo podía presentar, pero añadiendo que su padre no sólo era jugador del Barca si no que había nacido en Madrid. La verdad es que es para aplaudir con las dos manos y estar un rato aplaudiendo. Por eso la realidad siempre supera a la ficción para los aficionados a juego de tronos.

La segunda me la ha proporcionado una visita turística en Noruega. Este es un país fabuloso, no menos que nuestra querida España. La diferencia sustancial es que aquí todos sin excepción hablan bien de su país. En España citando los versos del conocido poema del catalán Joaquín Batrina "Oyendo hablar un hombre, fácil es saber dónde vio la luz del sol. Si alaba Inglaterra, será inglés. Si os habla mal de Alemania, es un francés, y si habla mal de España…es español" Y aunque no sea siempre cierto y yo no lo comparta del todo y haya que denunciar miles de cosas con justicia, también se encuentran cauces para hacerlo en todos los países. Aquí se da el caso que a veces en esos naturales silencios de las conversaciones, me sacan siempre a colación la maravilla que es Noruega. Pues bien, hoy con esa taumaturgia que anuncia mi amigo y después de 45 minutos de guía electrónica por auriculares sin reposo, nos han hablado de la facilidad que tienen las ovejas noruegas para pastar por todo el país, que los pastos pueden considerarse siempre comunales, y eso hace…que las ovejas aquí en Noruega sean extraordinariamente felices…No tengo margen para negarlo ni para afirmarlo para mi desconocimiento pero en estas ocasiones siempre me acuerdo de Batrina. Y eso que este país sin la lana Merina no se puede pasar un invierno.

Por eso para que no haya lugar a dudas, mi padre nació en Santander y todas las ovejas que he visto en Avila y en más parte de nuestra geografía me han parecido razonables, aunque no me atrevo a afirmar si extraordinariamente razonables.