Editorial

El Gobierno echa por tierra la cultura del esfuerzo en educación

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Mal favor se hace a los estudiantes, trabajadores del mañana, si en una de las etapas claves de su formación se les traslada el mensaje de que se puede pasar de curso sin exámenes de repesca y, además, con varios suspensos. El nuevo Decreto Ley, aprobado el pasado lunes en el Consejo de Ministros, quiere imponer desde Educación no solo una vuelta a la cultura del poco esfuerzo, sino también una discriminación de aquellos chavales que trabajan por sacar adelante los cursos en su totalidad.

Se trata de una medida injusta pues se les otorgará el mismo título a alumnos de diferentes niveles por muy 'especiales' que sean las condiciones, contempladas en el decreto incluido en la reforma legislativa que está acometiendo el Gobierno. Además, se diluye de alguna manera el principio de meritocracia, sobre todo, en aquel alumnado con menos recursos, en su mayoría en la enseñanza pública, pues no tendrá la posibilidad de subsanar el déficit educativo que arrastrará con los suspensos a medida que supera los cursos.

No es la mejor manera de combatir el insultante paro juvenil ni tampoco las altas tasas de fracaso escolar en España. Es abrir la puerta, más aún, a la cultura del nulo esfuerzo, la mediocridad y la generalidad del 'todo vale' con tal de forzar una igualdad que en realidad no existe. Se aparca, de alguna manera, la idea de ayudar a los que más recursos necesitan en el itinerario del aprendizaje y negarles la posibilidad de una atención más personalizada para conseguir los objetivos educativos. Si pasan sin los conocimientos evaluables, se está construyendo una generación sin las herramientas necesarias para enfrentarse a un mundo más competitivo y globalizado.

Las diferentes asociaciones y sindicatos de la educación han puesto el grito en el cielo, como no podía ser de otra manera, por la arbitrariedad y por la continua improvisación en esta materia tan necesaria para el futuro generacional. Con este tipo de decisiones en pleno curso escolar, la comunidad educativa recibe estos mensajes de manera confusa y sin el tiempo y los recursos necesarios para ponerla en marcha, en vez de apostar por una disminución de las ratios en las clases para incrementar la atención sobre los alumnos y reforzar el papel del profesorado para evitar un mayor fracaso escolar.

Nadie duda del esfuerzo que hace el Estado y las comunidades autónomas en invertir en los diferentes programas y etapas, pero de nada valdría si no se es capaz de formar a jóvenes capaces de ganarse la vida por sí mismos a base de esfuerzo y trabajo, y no por un malentendido proteccionismo o intervencionismo escolar para conseguir la graduación.